Cuando somos niños, nuestro mayor anhelo es crecer, enfrentar la vida aún sin saber que pasará en ella. Cuando crecemos, enfrentamos una nueva realidad. Crecer no es tan divertido como parece, crecer implica cambios, alegrías, sufrimientos, incertidumbre… Si crecer en si no es fácil, crecer siendo llamado por Jesús a seguirle es mucho menos fácil. Pensamos que cuando recibimos por parte de Jesús un: ”Ven y Sígueme” todo será color de rosa.
Hace varios años sentí la necesidad de preguntarme: “Qué quiere Dios de mí?”. Poco a poco le pedía que me mostrara donde me quería, pero este pedirle era también condicionado, pues aunque nunca negué la posibilidad de entregarme a Jesús a través de la vida religiosa, jamás pasó por mi mente que esta posibilidad podría ser la voluntad de Jesús para mi vida. Con miedo a lo desconocido, comenzé a mirar más allá de mis horizontes y descubrí que esto es lo que Jesús quiere para mí.
Conversando con mis amigos intenté descubrir si uno sabe que el camino que estas emprendiendo es el correcto y muchas veces me han dicho que nunca tu logras saber si es el camino correcto o no pues este miedo a lo desconocido siempre está ahí.
Ya he caminado un poco, me queda mucho por caminar. Ahora me encuentro a punto de dar otro paso en este caminar, cierro los ojos, pienso en mi futuro y me estremezco hasta el fondo de mis entrañas y es ahora que logro comprender las palabras que me decían: “el miedo a lo desconocido siempre está ahí”, pero también he logrado comprender que junto a mí estará aquel que me ha llamado, aquel que me ha dicho: “Dejalo todo y sígueme”.