“¿Qué quieres?”, le preguntó Jesús. Ella le dijo: “Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”.
“No saben lo que piden”, respondió Jesús. “¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?”. “Podemos”, le respondieron.
“Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre”.
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Palabra de Dios
P. Raúl Gomez Sacerdote de la Arquidiócesis de Mendoza
Nos encontramos en torno a la Palabra del Señor en este día en el que celebramos en la Iglesia la fiesta de Santiago Apóstol, uno de los discípulos del grupo más íntimo que acompañó a Jesús en distintos momentos, en distintos lugares: en la transfiguración, junto a Pedro y Juan, también en su agonía, y el libro de los Hechos nos relata que murió mártir por orden de Herodes. La Palabra en este día corresponde al Evangelio de San Mateo. Se presenta esta situación en donde la madre y los hijos de Zebedeo se acercan a Jesús para hacerle un pedido. Jesús mismo le dice: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Y ella le responde: “Manda que mis hijos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Jesús reconoce en esta inquietud de esta madre el deseo de que sus hijos ocupen lugares importantes. Pero también Jesús les pregunta si ellos pueden beber el cáliz que Él mismo beberá, es decir, asumir el camino de Pasión, muerte y resurrección. Ante esta situación Jesús aclara, precisamente por ser el hijo de Dios, por la autoridad que le da ello, que eso no le corresponde a Él, definir quienes van a ocupar esos lugares. Eso le corresponde al Padre.
Pero también aparece la indignación de los discípulos, de los otros diez, al ver esta situación, el pedido de esta madre. Una madre siempre va a pedir lo mejor para sus hijos, pero el Evangelio tiene que ver con esta propuesta de Jesús, que tiene que ver con el Reino del revés. Jesús pone el ejemplo de los jefes de las naciones, que están para gobernar, para hacer sentir su autoridad, pero en el Reino de los Cielos, en el plan, en el proyecto del Señor, es distinto. Jesús termina con estas palabras que tienen que ver con la vida de todos sus discípulos: “El que quiera ser grande que se haga servidor de ustedes, el que quiera ser el primero que se haga su esclavo. Como el hijo del hombre que no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Este es el Reino del revés. Jesús nos invita a ser humildes y sencillos, pero sobre todo a ser servidores, a reconocer la obra de Dios, una obra que tiene que ver con nuestra vida pero también con la vida de nuestros hermanos, una vida entregada en lo sencillo de cada día, siendo santos de jean y zapatillas, peregrinos en esta tierra y con la mirada puesta en el cielo.
Pidámosle al Señor que podamos vencer nuestro egoísmo, nuestro egocentrismo, sabiendo que ante todo, como dice san Juan Bautista: “Señor, que yo disminuya, pero que Tú crezcas en mí”. Saber que necesitamos renunciar, disminuir aquello que no nos permite asumir el camino de seguimiento, de entrega hacia el Señor.
Que esta Palabra sea luz y guía pata tu camino y que podamos aprender a buscar siempre ser servidores, a buscar ser signos de salvación para muchos hermanos. Que Dios bendiga tu día y toda tu semana.