Evangelio segun San Lucas 15, 3-7

jueves, 10 de junio de




Entonces Jesús les dijo esta parábola: «Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra se la carga muy feliz sobre los hombros, y al llegar a su casa reúne a los amigos y vecinos y les dice: "Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido." Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse.

Palabra de Dios


 




 




Reflexión: Monseñor Marcelino Palentini | Obispo de la Diócesis de Jujuy

 

 

Queridas hermanas y hermanos, queridísimos jóvenes, hoy celebramos dos grandes acontecimientos: el primero la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y también la conclusión, el cierre del Año Sacerdotal; dos fiestas que están íntimamente unidas porque el sacerdote no es nadie más que alguien que quiere reflejar el amor misericordioso de Jesús, el sacerdote está llamado justamente a prolongar en la sociedad esta dimensión del amor manifestado no solamente en la celebración de los sacramentos sino en una vida de testimonio de este amor permanente.
Nosotros cuando escuchamos hablar del Sagrado Corazón de Jesús podemos tener dos reacciones: una, pensar en algo dulzon… un Jesús afeminado como algunas imágenes también históricamente nos lo han presentado, y la otra, dirigirnos directamente a la persona de Jesús que ama. Ésto es el sentido de la fiesta del Sagrado Corazón. Es el mismo Jesús que ama hasta dar la vida, por eso ese corazón traspasado, ese signo más grande y más profundo del amor de Cristo, nos amó hasta el extremo no solamente hasta dar la vida sino hasta permitir que alguien le habra el corazón de donde salió sangre y agua, de donde nació la Iglesia, nacieron los sacramentos, nació esta vida nueva. Pero no fue un momento solo en la vida de Jesús sino toda la vida fue un pasar haciendo el bien, así lo decía San Pedro: "Jesús pasó haciendo el bien porque amó a todos, sin excluir a nadie. Tuvo a alguien preferido, indudablemente -que fueron los pobres, los marginados, los que más sufren, los niños- su corazón es como el de un padre o una madre que tiene un hijo enfermo a él dirigen de una manera prioritaria, sin exluir a los otros hijos, a él le dirigen su amor preferencial. Por eso es preferencial y no excluyente, un amor misericordioso hacia los pobres, los enfermos, pero también y sobre todo hacia los pecadores; un corazón abierto para poder recibir a todos, para amar a todos y para ayudar a todos a tener un sentido en la vida.
Y hoy en día yo me pregunto ¿cuántos jóvenes necesitan tener esta experiencia del amor?, que no han encontrado plenamente el sentido de sus vidas, que están en una búsqueda, una búsqueda sincera, serena; otro caso puede ser que no saben qué buscar ni dónde buscarlo. Pero en la medida en que se acercan a Jesús descubren este corazón que ama, este corazón que quiere hacerlos felices, en primer lugar, ayudándoles a dar sentido a su existencia y allí empiezan a encontrar la felicidad. No está en las cosas, sino sobre todo en el encuentro con alguien que ama ¿y quién nos ama más que Jesús?. Por eso es hermoso encontrar la experiencia de muchos jóvenes que dicen: "yo desde ese momento en que me encontré con el amor de Cristo no quiero dejarlo más", porque justamente el amor de Cristo nos ama, nos ama perdonándonos, acompañándonos, aconsejándonos, sintiéndonos amigos suyos por eso nos ha llamado amigos. Y a su vez, en el encuentro con alguien que ama encontramos también el sentido de la vida, por eso es importante ver al jóven que está buscando el sentido de su existencia también en un encuentro profundo y vocacional, ¿dónde me llama Jesús? ¿que quiere de mí? ¿donde quiere ubicar mi vida dentro de su proyecto de amor?. Y ahí está la posibilidad también de un llamado a la vocación religiosa, a la vocación sacerdotal.
Y hoy, concluyendo este año sacerdotal es lindo -en primer lugar- dar gracias a Jesús porque ha llamado a tantos sacerdotes a seguirlo y anunciar su amor a todos. Pero a la vez, para los jóvenes es bueno pensar y preguntarse ¿yo estoy dejandome amar por Jesús? ¿estoy ayudando a Jesús para construir su reino? ¿estoy dispuesto a darle una mano -diríamos- para que su mensaje llegue a todos?. Tal vez este llamado de Jesús sea justamente para la vida sacerdotal o religiosa, ojalá en esta conclusión del año sacerdotal, junto con la acción de gracias que damos a Dios por el llamado de tantos sacerdotes a la vida entregada por amor y también muchos jóvenes escuchen este llamado de amor y le digan: "aquí estoy Señor, quiero colaborar contigo para construir tu reino". Ojalá todos encontremos en Jesús, en este corazón traspasado lleno de amor, el sentido de nuestras vidas y le demos una respuesta nosotros también de amor al que nos amó tanto.
¡Será hasta la próxima semana si Dios quiere!

 

 

Oleada Joven