5 recomendaciones de un santo a sus sobrinos

martes, 1 de agosto de
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San Alfonso amó a su hermano Hércules y a los hijos de éste, sus sobrinos. Pensando en ellos y en su futuro les escribió una carta que es una joya también para los jóvenes modernos.

1) Que teman siempre a Dios como a su Señor, pero que más bien lo amen como Padre. Sí, Él es su Padre, aménlo con ternura. Él es Padre, pero padre bueno, dulce, bondadoso… Ámenlo con afecto cordial, tierno y agradecido. ¡Y dichosos de ustedes si le aman con sinceridad de ánimo desde la niñez!. 

2) Amen a Dios, hijitos míos. Los llamo hijos, sí, porque los amo con afecto de caridad como padre, porque quisiera formar en su espíritu la caridad. Amen hijitos míos, al Señor Dios y a Jesucristo, y ámenlo con todas las fuerzas y guarden celosamente en su corazón este amor temiendo perderlo. Gran pérdida es perder el amor de Dios, su gracia y su amistad.

3) Por eso les recomiendo que sean humildes. El humilde huye de los peligros; y en las tentaciones involuntarias recurre con confianza a Dios, y así se conserva en el divino amor. El soberbio fácilmente cae en el pecado y en la ofensa al Señor. (…) Con humildad, con amor y gratitud, obedezcan en el colegio, y si bien no les gustan sus correcciones sepan que son efecto del amor que les tienen.

4) Me he enterado, con pena, que le dedican poco al estudio. ¡Oh hijos, si supieran lo mal que se hacen! La ignorancia y el ocio son las fecundas fuentes del pecado y los vicios. Estudien, por tanto, con aplicación, con empeño, para conocer a Dios, sus beneficios, sus recompensas y para poderlo contemplar y amar sobre todas las cosas.

5) (…)  Amen muchísimo a Dios; estudien para conocer a este grande y amante Señor, y para seguirlo amando siempre; guarden en el corazón este amor santo con humildad; obedezcan con responsabilidad y amor a sus superiores y a su padre; observen las reglas del colegio por dar gusto a Dios; sean devotos de María Santísima, bajo cuya tutela y patrocinio los dejo y a la que los encomiendo con cálido afecto; y los bendigo en Jesucristo, a fin de que sean suyos en el tiempo y en la eternidad.

Su amado tío

Alfonso María de Ligorio, obispo