Vida de San Alfonso María de Ligorio

martes, 1 de agosto de

SU NACIMIENTO:

 

Alfonso María de Ligorio nace en Nápoles, el 26 de septiembre de l696 -escritor, poeta, músico, Obispo, Doctor de la Iglesia, y Patrono de los Confesores y Moralistas- Fueron sus padres: Ana María Cavalieri y José De Ligorio, de la nobleza napolitana, capitán de la flota naval.

 

Su condición de hijo primogénito de la aristocrática familia de Ligorio hizo que su futuro estuviese determinado de antemano por la voluntad de su padre, quien consideró que la carrera de abogado para su hijo era la más conveniente para aumentar la dignidad de la familia.

 

JOVEN ABOGADO:

Comenzó a estudiar Derecho de muy temprano. A los 16 años recibe la toga de abogado tanto en derecho civil como canónico. Desde entonces comienza a frecuentar los tribunales, su trabajo es lúcido y respetado.

 

Pero la sociedad de Nápoles en la que le toca vivir tiene sus sombras. La nobleza de la que forma parte la familia Ligorio vive de la ostentación, de los títulos, de las fiestas, de los vestidos. A Alfonso le toca moverse en este ambiente, tiene que hacer vida de sociedad, en donde la apariencia es la carta de presentación. No faltan los negocios de su padre buscando para su hijo un matrimonio ventajoso. Pero Alfonso conoce otros ambientes. Estos, y no aquellos, son los que decidirán el rumbo de su vida.

 

UN FRACASO FECUNDO:

Un acontecimiento en su vida en tribunales fue el que torció definitivamente el rumbo de la vida de San Alfonso. Desde hacía tiempo trabajaba en un pleito entre dos familias por la posesión de un municipio. Estudió cuidadosamente el asunto y defendió su causa con la certeza de que el derecho estaba de su lado… pero el tribunal falla en su contra, en razón de unos documentos arreglados de antemano. San Alfonso siente la bofetada del engaño; en su desazón abandona los tribunales repitiéndose interiormente: “¡Mundo, te conozco!, ¡adiós Tribunales!” 

Su decisión de abandonar el ejercicio de la abogacía es firme. Se encierra en su cuarto y no quiere atender razones. Comienzan entonces los enfrentamientos con el carácter duro de su padre y la resistencia a sus lágrimas. San Alfonso no retrocede, rechaza una y otra vez nuevos pleitos e invitaciones a fiestas de la nobleza. 

 

SACERDOTE:

Una tarde decide visitar a los enfermos del hospital. Sobre sus hombros quedaba una pregunta a responder: ¿Qué hacer de ahora en más? Es entonces que, mientras recorría el hospital, siente en su interior una voz que le dice: “Deja el mundo y entrégate a mí”.Vuelve a su casa y de nuevo escucha la misma voz. San Alfonso no se resiste: ¡Dios mío, aquí estoy, haz de mí lo que quieras!

 

A los pies de la Virgen de La Merced se reafirma en su decisión: seré sacerdote. Y como signo de ello deposita a los pies de la Virgen y su Hijo su espada de caballero.

 

El 21 de diciembre de 1726 San Alfonso es consagrado sacerdote en Nápoles, tenía 30 años.

Desde ese momento San Alfonso se da enteramente a su ministerio, sobre todo al de la predicación. Predica sencillo, al alcance de todos, para ser entendido incluso por los más ignorantes, era su regla de oro. 

Dos amores lo sacan de sí al predicar: su amor a Cristo crucificado y su amor a los más pobres. 

Ejercita la misericordia administrando el sacramento de la confesión. San Alfonso había sido formado en una moral basada en el rigor, con la cual muchos sacerdotes negaban la absolución a los penitentes. Su contacto con los pobres y pecadores lo va formando en una nueva actitud para con ellos. Siempre los trata tiernamente en la conciencia de que Cristo ha muerto en la cruz por cada uno de ellos. En su ancianidad recordará no haber despedido a ninguno sin haberle dado la absolución. 

Con los “lazzaroni”, los hombres peor vistos de la ciudad de Nápoles y abandonados de atención pastoral, crea “las capillas del atardecer”. Su nombre se debe a que las reuniones son al atardecer, cuando las actividades laborales terminan. Sus lugares de reunión para la catequesis, el sacramento de la reconciliación y la oración son las plazas, galpones o talleres en donde trabajaban. 

Como el ritmo de trabajo de San Alfonso es duro, sus fuerzas se debilitan hasta caer enfermo. Se retira a descansar a las montañas en la ciudad de Scala. Allí se encuentra con el rostro de tantos campesinos abandonados que no conocen el evangelio, pastores rudos en materia de fe por la escasa atención pastoral, ya que el clero se concentraba en las grandes ciudades. Su tiempo de descanso se convirtió en una continua y fructuosa misión. 

 

FUNDADOR DE LOS MISIONEROS REDENTORISTAS:

San Alfonso vuelve a Nápoles con la decisión de responder más plenamente a esa realidad de los campesinos abandonados. Sin mucha claridad interior va madurando la idea de fundar una congregación misionera exclusivamente al servicio de los más abandonados para predicarles el Evangelio.

 

La fundación se hace realidad el 9 de noviembre de 1732, San Alfonso funda la Congregación del Santísimo Redentor (C.Ss.R.), más conocidos como Misioneros Redentoristas.

Las misiones duran al menos 15 días, en los que se pretende iniciar al pueblo cristiano en la meditación y la oración en torno a las verdades de nuestra fe: la Encarnación, la Pasión de Jesús, la confianza en la mediación de María Santísima. San Alfonso tenía muy claro el fin de las misiones: la conversión de los pecadores, motivados por el amor y no por el terror al castigo del infierno (método muy usado por entonces).

 

 CERCANÍA CON LOS POBRES:

San Alfonso no sólo quiso “llegarse” a los más abandonados por medio de las misiones. Quiso “quedarse” entre ellos, hacer su casa entre los pobres. San Alfonso construía las casas misioneras fuera de los lugares poblados para poder atender con más prontitud a los campesinos brindando así mayor comodidad para acudir a las iglesias de los Redentoristas.

 

SU OBRA TEOLÓGICA:

San Alfonso también quería quedarse en esos lugares por medio de la palabra escrita. Quiso alcanzar con la pluma lo que no podía alcanzar con la predicación. El estilo de sus obras está de acuerdo a sus destinatarios, sencillo, directo, de lectura agradable. Escribe en lenguaje popular a fin de que todos puedan entenderlo. Recomienda que las ediciones sean económicas a fin de que los más humildes puedan adquirir sus libros. San Alfonso escribió alrededor de 111 obras. El número de ediciones que alcanzaron la totalidad de sus obras: 20.000… ¡en más de 70 lenguas!

Lo que busca en todos sus escritos es proporcionar al pueblo caminos de santidad, limpios de cualquier complejidad inútil. Para San Alfonso la santidad es una feliz posibilidad para todo el pueblo creyente y no privilegio de unos pocos perfectos.

 

Sus obras reflejan esta particular inquietud:

– “El gran medio de la Oración”, la obra que más quería que se leyese.
– “Las Glorias de María” 
– “El trato familiar con Dios” 
– “La práctica del amor a Jesucristo” 
– “Las visitas al Santísimo Sacramento” 

 

OBISPO:

En el año 1762 el Papa Clemente XIII lo nombra obispo de la diócesis de Santa Águeda, Alfonso tenía ya 66 años de edad y estaba débil de salud, aceptó el cargo por obediencia y ante la insistencia del obispo pues ya había renunciado a todo cargo jerárquico fuera de la Congregación.

 

PARTE A LA CASA DEL PADRE:

San Alfonso muere rodeado de sus hermanos redentoristas el 1 de agosto de 1787, a los 90 años de edad, cuando las campanas del convento señalaban la hora del Ángelus al mediodía.

 

– Beatificado en 1816.
– Canonizado en 1839.
– Declarado Doctor de la Iglesia en 1871.
– Proclamado patrono de los confesores y moralistas en 1950.

– San Alfonso es también patrono de los abogados.

 

SAN ALFONSO MARÍA de LIGORIO
es para la Iglesia testigo del Evangelio de la misericordia
y un ejemplo de vida que queremos imitar sus seguidores 
y es nuestro desafío.

 

Artículo extraído de www.redentoristas.org.ar

 

Noelia Viltri