Yo me dedico a…

miércoles, 9 de agosto de
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Una pregunta muy escuchada en nuestra vida es “¿a qué te dedicás?”. Sobretodo es común en una conversación entre dos personas que no se conocen “¿y vos, a qué te dedicas?”.

La mayoria de las veces estas palabras se usan para conocer cuál es la profesión de la otra persona, si trabaja o estudia, o qué hace.

A veces me gusta pensar en la idea de que esa pregunta vaya mas allá, se meta mas adentro; y me la hago a mi mismo. ¿A qué me dedico? ¿a qué estoy dedicando mi vida? ¿en qué la invierto? Y aprender a diferenciar aquello en lo que dedico la vida, de aquello en lo que trabajo, o de lo que estudio. Permitirme diferenciarlos, ver que no son sinónimos. Pero sin dejar de ver que estan realacionados.

Claro que no son sinónimos; porque yo no puedo dedicarme a trabajar o a estudiar. No debo invertir mi vida sólo en mi trabajo. Seria un desperdicio. Mi vida no puede ser mi estudio, mi facultad, mis trabajos prácticos y mis parciales. Mi vida está llamada a ser algo mucho más grande. Tanto, que es un misterio.

Si voy a dedicar mi vida en algo, ese algo tiene que ser algo grande. Tiene que valer la pena. Me tiene que llenar y me tiene que encender. O más bien dedicar mi vida a Alguien, y en ese Alguien (Dios) a todos los que amo y con quienes comparto la vida. Si logro dedicar lo mejor de mí en ese Alguien, aún lo más insignificante que me toque hacer cobra sentido. Porque gastarme en el Amor es lo más grande que puedo hacer. Trabajar amando, estudiar amando, compartir con otros amando, salir a correr amando, servir amando y vivir amando… e incluso si estoy enfermo, o preso, seguir amando. Ese Amor es capaz de llenar una vida entera. 

¡Ojo! que esto no se entienda como un desmerecer el tiempo de tu trabajo o estudio. Pero esta dedicación debe estar ordenada y ocupar su lugar justo. ¿Y cuál sería ese lugar? Hacerlo en función de aquello más grande y más profundo. No vivirlos como un fin, sino como un medio. Sería el “tanto y cuanto” que plantea Ignacio de Loyola. Para el santo de los Ejercicios Espirituales hay un fin para el cuál fuimos creados, y por ende, todo lo demás (y todas las cosas) tienen que ir orientados en función de ese fin. Utilizar las cosas (los espacios, los recursos, el tiempo, etc) en “tanto y cuanto” me conduzca más (o no) al fin para el cual fui creado. 

Dedicar mi vida en algo que la plenifique, y vivir el tiempo de trabajo y estudio en búsqueda de esa plenitud.  Hacer el intento de disfrutar de aquella tarea y vivir el encuentro con los que me rodean, sabiendo que esos momentos serán en pos de algo más grande, mucho más grande.

Es verdad también, que en el trajinar de cada dia esta idea se puede ir perdiendo, que no es fácil mantenerla viva continuamente. Pero en el dar gracias a Dios por lo realizado -haya salido bien o no tanto – y ofreciéndolo, la llama vuelve a arder. El horizonte vuelve a aparecer. Tu brujula apunta hacia el norte de nuevo. “¡Levanten la mirada!” 

Y vos, ¿a qué te dedicas? ¿en qué queres gastar tu vida?

 

Emanuel Perroud