Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedo en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.” Él les contestó: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Palabra de Dios
Monseñor Eduardo Martín | Obispo de la Diócesis de Rio Cuarto
Queridos jóvenes el corazón inmaculado de María ha sido y es todo para su hijo. Ella es toda de Dios y también toda nuestra. Ella pudo albergar al Espíritu Santo en su inmaculado corazón y hacer germinar la justicia. Como nos dice el texto del profeta Isaías, que leemos en la misa de hoy a Cristo, que es el salvador del mundo.
Chicos y chicas no quieren imitar este inmaculado corazón dedicándole toda la vida a Jesús, como María en la virginidad. ¿Hay alguno de ustedes que se sienta llamado? ¿Porque no te lo preguntas? Quien te dice que a lo mejor en el Señor se ha prendado de vos y a puesto en ti sus ojos para que vos como María, le des cabida al Espíritu Santo y le entregues toda tu vida a él.