¿Se han fijado cómo algunas cosas dan un giro total a nuestro día?
Si partimos el día con tristeza, una sonrisa o un trato amable nos pueden alegrar el día. Si despertamos con ánimo, una discusión o diferencia pueden amargarnos la jornada.
Lo cierto es que esa frase que nos puede sonar un poco cliché, “Por algo pasan las cosas”, en estas situaciones cobra sentido en su máxima expresión. Eso también pasa cuando tenemos muy armado un plan o proyecto y derrepente ¡Paff!
Puede esfumarse por uno u otro motivo. Se nos puede desmoronar todo aquello que teníamos perfectamente controlado. Y eso pasa en muchas situaciones de la vida, desde lo más cotidiano y sencillo hasta cosas más profundas que nos llevan la vida y el corazón.
No digo que esté mal ser organizado y detallista, sino solo una invitación a caer en cuenta que los que creemos firmemente en Dios, en ese Dios que soñó nuestras vidas y la fue moldeando en las entrañas de nuestras madres, también va actuando y se hace notar. En la figura de un Padre, podemos pensar en ese padre que deja que el niño se caiga cuando está aprendiendo a caminar, así mismo el Padre Dios a veces deja que nos equivoquemos, para que nosotros mismos descubramos que por allí no era el camino. Y también nos sorprende cuando cambia el rumbo de nuestras vidas, de nuestro día.
Me hace bien pensar esto, en estos giros que nos sacan de lugar, porque una pequeña amargura cotidiana o un dolor más grande, pueden tomar distinto sabor, cuando Dios le da sentido.