Habitualmente el amor de Dios sólo lo podemos vivir en las cosas pequeñas, porque casi nunca tenemos oportunidad de realizar obras magníficas y es posible que a lo largo de nuestra vida no tengamos ni una sola ocasion de hacer una gran obra, en cambio en todo momento podemos aceptar por amor las pequeñas molestias que cada una de nuestras jornadas nos ofrece con prodigalidad. “En esto son muchas las personas que se equivocan, dice San Francisco de Sales, porque se preparan para afrontar grandes aflicciónes y estan desarmados y sin fuerzas frente a las pequeñas y cotidianas“; ¡Que verdad esto!, a lo mejor nos pasamos la vida programándonos para que llegue una gran ocasión en la cual nosotros demos un testimonio de Cristo y al final esa ocasión no va a llegar en toda la vida. Lo curioso es que nos preparamos para esa “supuesta ocasión” y mientras, no aguantamos al vecino, no soportamos, no perdonamos… dice el santo: les ocurre como a María Magdalena, que tenía a Cristo resucitado hablando con ella, pero no lo reconocía porque “iba vestido de jardinero”, claro, ¡María Magdalena buscaba al Señor que había heho milagros! y se decía: ¡éste no puede ser!, éste es el jardinero de aquí…. y era el Señor. También a nosotros puede pasarnos lo mismo, nos pasamos la vida buscando la gran ocasión para dar un testimonio de Cristo, en fin, ¡apabullante! y tenemos multitud de ocasiones de dar ese testimonio y no las sabemos reconocer, por eso estemos atentos a las cosas pequeñas.
La vida cotidiana es una excelente maestra de santidad, por las insensantes renuncias que nos impone si nosotros nos sabemos amoldar a su austera disciplina. Dice San Francisco de Sales: “Soportar las pequeñas injurias, las pequeñas incomodidades, las pérdidas de poca importancia que ocurren cada día, esas pequeñas caridades cotidianas, ese dolor de cabeza, ese dolor de muelas, ese capricho, ese vaso que se rompe, esos guantes que se pierden, esa pequeña incomodidad de ajustarse a un horario que nos permita rezar cada día, esa pequeña vergüenza de mostrar en público que somos creyentes, etc. Todo eso (dice el santo) llevado con amor contenta muchísimo a Dios que nos ha prometido la felicidad a cambio de un vaso de agua, por lo tanto, no despreciemos el vaso de agua.
Hay quien se programa grandes penitencias, pero no hacen falta esas grandes penitencias, basta con llevar la vida cotidiana con dulzura. En la vida cotidiana siempre hay “un mosquito que pica”, todos los días, y algunos días, “varios mosquitos”, pues eso debe ser llevado con dulzura y serenidad.
Fernando Colomer Ferrándiz (Licenciado en Teología y Doctor en Filosofía) sobre El combate espiritual según San Francisco de Sales.