Oración de domingo…

domingo, 29 de mayo de
Oración con la Palabra del VI dom de Pascua ciclo A 
 
¡Qué inmensa es la bondad que tienes reservada para tus fieles Señor!
Un único pedido: que guardemos tus mandamientos, y ¿por qué? Porque nos mantiene abiertas las puertas del alma a tu Espíritu que quiere darse a nosotros para guiarnos a la verdad, para convertirnos en Tu Morada.
¡Qué locura inmensa! Nosotros, ¡MORADA de DIOS!
 
Estar, morar. ¿No es esa la relación que tienen entre el Padre y Jesús? El Padre está en mí y yo en él… Como tú, Padre, en mí, y yo en ti…
¿Acaso Jesús nos invita a la locura más insostenible ante cualquier pensamiento, establecer la misma relación con nosotros?
 
Ser morada de Dios…
Cómo puede Dios caber en mi corazón, tantas veces cerrado y egoísta, temeroso e incrédulo. Corazón sediento de eternidades que busca llenarse con lo caduco.
Cuánta sed desde dentro.
Cuánta hambre sin ser saciada.
Cuánto anhelo que deja gimiendo por más.
 
Y de repente: un camino: el hombre, el Hijo del Hombre.
Una verdad, condensada en lo insufrible de un cuerpo torturado, ensangrentado, y medio muerto ahí, en unos palos cruzados.
Una vida, que oblitera los ojos desahuciados que ven sin comprender, para captar el plus de Eterno que en Él se nos da, el estallido de Pascua que vence la muerte.
 
Quedó chica la tierra habitada por hombres para contener tanto Don.
Quedó ¡tan chica!, que no alcanza el universo para ser casa del Eterno.
Y te has buscado una morada, Señor, más infinitamente pequeña aún.
La morada de mi vida que camina ciega e iluminada hacia la Tuya…
La morada de mi alma, que -sin puertas-, puede ser atravesada y desnudada con sólo una palabra, una de esas, de las Tuyas, palabras de Amor…
La morada de mi libertad a la que te hacés escandalosamente esclavo, esperando mi sí…
 
“Si me abres, entraré y cenaremos juntos…”
¡Ven, Señor Jesús!
 
“Déjame ver tu rostro, oír tu dulce voz…”
¡Ven, Señor Jesús!
 
 


 
 
“¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! 
¡Qué extraño desvarío! de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía! 
¡Y cuántas, hermosura soberana:
Mañana le abriremos –respondía–,
para lo mismo responder mañana!” 
(Poema de Lope de Vega)
 
 
 

 

Hermana Silvia .de La Misericordia De Dios