“Sediento estoy de Dios, del Dios de vida”
“¿Qué te abate, alma mía, por qué gimes en mí?”
Salmo 42
Así me encontraba, sedienta de Dios, cansada de las tormentas. En completa oscuridad, te llame Señor y diste muestra de tu amor profundo. Fui a tu encuentro celebrando la santa misa, una vez más me perdonaste y me abrazaste con tu amor. Secaste mis lagrimas y contuviste mi llanto. Sana mis heridas Señor y escucha una vez más mis plegarias. Me hablaste de la paciencia, del amor al hermano que piensa distinto, ser la calma en la tempestad, no perder la fe ni darse por vencido porque siempre que se le pide a Dios de corazón, Dios nos da.
Por más grande que sea la tormenta Dios siempre esta, Él no fallará. Vayan a su encuentro, griten, canten, lloren, él sanará sus heridas y cambiará lagrimas por sonrisas.
Recen el Rosario a la Virgen María porque como toda Madre que intercede ante el Padre por sus hijos, serán escuchados. Tu mano Dios me guiará, espero en vos Señor.