La riqueza de la verdad

domingo, 17 de septiembre de
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Recuerdo cuando pequeño rompía algo y cuándo preguntaban quién lo había roto decía: “yo no fui”. Ya tenía conciencia que lo que había hecho estaba mal, por tanto una mentira “de niño” ayudaba a salir del paso y que buscaran otro culpable. Esas son las primeras mentiras de todo ser humano.

 

A medida que transcurren los años uno se da cuenta que las situaciones donde nos vemos en la disyuntiva de caer tentado en la mentira o hablar desde la verdad son más frecuentes. Ahora que lo pienso es una muy mala costumbre mentir. Y mientras más lo medito, creo que la mentira es el peor invento del ser humano, es aquello que más divide y crea conflicto. Si aprendiéramos desde siempre a discernir y hablar con la verdad, se podrían evitar muchas situaciones de dolor y violencia en el mundo, en la sociedad, en las familias, en el corazón.

 

Lo bueno de tener cierta capacidad reflexiva y que eso se vea complementado también con mi espiritualidad me ha hecho ir creciendo en la verdad (no digo que me pasé la vida mintiendo, pero me ha hecho valorar mucho más la verdad y verme tentado menos con la mentira) y dar cuenta todo lo que ella beneficia a la humanidad. La verdad hace al hombre más auténtico, más honesto, más digno. 

 

Pero además de todo eso, mirar la verdad desde el Evangelio me hace pensar en que el principal valor que nos regala la verdad es la LIBERTAD. Jesús nos dice en Jn 8, 31-31 “La verdad os hará libres”. Y cuánta fuerza tiene esa palabra!. Saberme invitado a caminar la vida con verdad. Tener certeza de que el Señor no nos quiere con ataduras producto de la mentira, de caretas que no nos representan, sino que nos quiere despojados de aquellas cosas que nos impiden avanzar, de aquellas situaciones que nos hacen estancarnos y nos impiden mirar la vida con esperanza.

 

La mentira es jugar a las escondidas y esconderse en un lugar donde te encuentran fácilmente, es una bomba de tiempo que en algún momento estalla y es dañina. La verdad es no tener la necesidad de esconderse, es poder desactivar la bomba antes que explote, que aunque quizás igual cause daño, de seguro será menor que la explosión.

 

Soy afortunado de poder tocar la verdad, y que ella me toque a mi. De comprender que cada vez que la hago parte de mi vida, mi caminar es mucho más liviano y sereno. A diferencia de algunos momentos en que hacerse cargo de engaños personales o ajenos duele, y duele más que subir una extensa montaña cargando un gran peso que nos amarra y nos vuelve esclavos de esa mentira.

 

Termino con una frase muy repetida: “la verdad duele”. Y es verdad. Duele, es molesta e  incómoda, sin embargo también es valor, es riqueza, es valentía. Es saber que después de la herida viene la cicatriz, después del dolor viene el alivio. Después de la verdad viene la más clara y absoluta libertad.

 

 

Javier Navarrete Aspée

 

Javier Andrés Navarrete Aspée