Evangelio según San Lucas 7,11-17

lunes, 18 de septiembre de
image_pdfimage_print

Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. 

 

Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: “No llores”. 

 

Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: “Joven, yo te lo ordeno, levántate”. 

 

El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.  Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo”. 

 

El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina. 

 

Palabra de Dios

 


 

P. Raúl Gómez sacerdote de la Arquidiócesis de Mendoza 

 

 

En este día, el Evangelio de San Lucas nos invita a contemplar esta acción de Jesús: se dirigía a una ciudad llamada Naím, iba junto a sus discípulos y una gran multitud que lo seguía en ese momento y que lo sigue en este momento. Esa multitud somos cada uno de nosotros… Dice el Evangelio de Lucas que cuando Jesús se acercó a la puerta de la ciudad vió como una madre sufría el dolor de la muerte de su hijo la conocida viuda de Naím que había perdido a su hijo único. Un gran dolor llevaba esta madre como tantas madres a lo largo de la historia de la vida, perder un hijo es un dolor que no tiene comparación, pero que ahí también aparece la figura de María como aquella capaz de hacer posible de llevar el dolor, el sufrimiento de la ausencia de un hijo. Ahí aparece la gracia del consuelo y la fortaleza del Señor…
 
 
Relata el Evangelio que Jesús al verla a esta mujer en medio de ese dolor se conmovió. Él se puso en el lugar de esta mujer y sobre todo dijo palabras que para nosotros tienen que ser signos de consuelo,  pero también de esperanza: “No llores”. Y ahí podríamos detenernos y descubrir nuestra vida e historia. Cuales son los momentos, las situaciones, circunstancias donde lloramos y sufrimos, algún dolor importante en nuestra vida.

 
 
Así como esta madre que sufría el dolor por su hijo, no tenerlo… Jesús le dijo “No llores”, también nos lo dice a cada uno de nosotros. 
 
 
En realidad podemos trasladar esta palabra a las bienaventuranzas ¡FELICES LOS QUE LLORAN PORQUE SERÁN CONSOLADOS! significa que en el Señor encontramos el consuelo, la fortaleza y la esperanza porque para el Señor NADA ES IMPOSIBLE, solo bastó que Jesús dijera unas palabras, Él viene con toda la autoridad de ser el HIJO DE DIOS.
 
 
Jesús toca el féretro, y dice ¡ Joven yo te lo ordeno levántate!, el muerto que estaba muerto… y aveces nos pasa a nosotros de vivir la vida sin la fuerza que tiene la vida misma y entonces somos muertos que caminamos.
 
 
Jesús también nos invita a levantarnos, a seguir adelante, a saber que la vida continua más allá de las adversidades, pero sobre todo saber que la palabra del Señor siempre es para nosotros signo de alegría y esperanza. Jesús le devolvió a esta madre la alegría de su corazón y en ese sentido también el Señor nos entrega todo aquello que necesitamos, relata el Evangelio que todos quedaron con temor y alababan al Señor por la obra que Jesús había hecho y todo esto se difundió en medio del pueblo… siempre el Señor cuando toca el corazón de alguien, cuando se hace presente en la vida de cada uno de nosotros muchos se sorprenden.
Pidamos al Señor que esta palabra sea para nosotros SIGNO DE ESPERANZA Y QUE PODAMOS LEVANTARNOS Y SEGUIR ADELANTE POR EL CAMINO EN ABUNDANCIA QUE ÉL NOS OFRECE.
 
 
Que tengas una bendecida semana y que el Señor sea luz y guía en tu camino.        

 

 

 

 

Oleada Joven