Si te has decidido servir al Señor, prepárate para la prueba.
Conserva recto tu corazón y sé decidido, no te pongas nervioso cuando vengan las dificultades.
Apégate al Señor, no te apartes de él; si actúas así, arribaras a buen puerto al final de tus días.
Acepta todo lo que te pase y sé paciente cuando te halles botado en el suelo. Porque así como el oro se purifica en el fuego, así tambien los que agradan a Dios…
Confía en él y te cuidará; sigue el camino recto y espera en él.
Ustedes que temen al Señor, esperen su misericordia, no se aparten de él, pues podrían caer.
Ustedes que temen al Señor, confíen en él: no perderán su recompensa.
Ustedes que temen al Señor, esperen recibir todo lo que vale la pena: esperen misericordia y alegrías eternas.
… ¿quién confió en el Señor y se arrepintió de haberlo hecho? ¿quién perseveró en su temor y fue abandonado? ¿quién lo llamó y no fue escuchado?. Pues el Señor es ternura y misericordia, perdona nuestros pecados y nos salva en los momentos de angustia.
(Siracides 2, 1-11)