Evangelio según san Mateo 18,1-5. 10

viernes, 29 de septiembre de
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    Los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?»

 

    Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.

 

    Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial».
 

Palabra del Señor

 

 


 

P. Javier Verdenelli sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

En el evangelio de hoy vamos a meditar sobre la acogida que hay que dar a los pequeños. La expresión, los pequeños, no se refiere sólo a los niños, sino a las personas sin importancia en la sociedad, inclusive a los niños. Jesús pide que los pequeños, estén en el centro de las preocupaciones de la comunidad, porque “el Padre quiere que ni uno sólo de estos pequeños se pierda” (Mt 18,14).

 

 

Los discípulos quieren saber quién es el mayor en el Reino. El sólo hecho de preguntarlo indica que no han entendido bien el mensaje de Jesús. La respuesta de Jesús, es para que se entienda que entre sus seguidores tiene que primar el espíritu de servicio, de entrega, de perdón, de reconciliación y de amor gratuito, sin buscar el propio interés.

 

 

Los discípulos quieren un criterio para poder medir la importancia de las personas en la comunidad. Jesús responde que el criterio son ¡los niños! Los niños no tienen importancia social, no pertenecen al mundo de los mayores. Los discípulos, en vez de crecer por encima o hacia el centro, deben crecer hacia abajo y hacia la periferia. ¡Así serán los mayores en el Reino! Y el motivo es éste: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.” El amor de Jesús por los pequeños no tiene explicación. Los niños no tienen méritos, son amados por los padres y por todos por ser niños. Aquí se manifiesta la pura gratuidad de Dios que pide ser imitada en la comunidad por los que creen en Jesús.

 

 

En la Biblia, ángel es el rostro de Yahvé dirigido hacia nosotros. Ángel de la guarda es el rostro de Dios ¡hacia mí, hacia vos! Es la expresión personalizada de la convicción más profunda de nuestra fe, que Dios está con nosotros, conmigo, ¡siempre!. Es una forma de concretar el amor y la presencia de Dios en nuestra vida, hasta los mínimos detalles, a los pequeños.

 

 

 

Para la reflexión personal

 

• Los pequeños ¿son acogidos en nuestras comunidades? Las personas más pobres del barrio ¿participan en nuestra comunidad?

 

 

• Ángel de Dios, ángel de la guarda. Muchas veces, el ángel de Dios es la persona que ayuda a otra persona. En tu vida, ¿Quiénes son tus ángeles?

 

 

 

Oleada Joven