Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo.»
«Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida.»
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver.”
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?»
«El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor.
Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera.»
Palabra del Señor
P. Javier Verdenelli sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba
El evangelio de hoy nos presenta la parábola del Buen Samaritano. Meditar una parábola es lo mismo que profundizar en la vida, para descubrir en ella el llamado de Dios. Al descubrir el largo viaje de Jesús hacia Jerusalén (Lc 9,51 a 19,28), Lucas ayuda a las comunidades a comprender mejor en qué consiste la Buena Nueva del Reino. Lo hace presentando a personas que vienen a hablar con Jesús y le plantean preguntas. Eran preguntas reales de la gente al tiempo de Jesús y eran también preguntas reales de las comunidades del tiempo de Lucas. Así, en el evangelio de hoy, un doctor de la ley pregunta: “¿Qué tengo de hacer para tener en herencia vida eterna?” La respuesta, tanto del doctor como de Jesús, ayuda a comprender mejor el objetivo de la Ley de Dios. «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo.»
Luego viene la segunda pregunta del doctor: “¿Quién es mi prójimo?” Por detrás de la pregunta estaba la preocupación sobre sí mismo. Él quería saber: “¿A quién Dios me manda amar, para que yo pueda tener paz en mi conciencia y decir: Hice todo lo que Dios me pide? Pero Jesús pregunta de otra manera: ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?” La condición del prójimo no depende de la raza, del parentesco, de la simpatía, de la cercanía o de la religión. La humanidad no está dividida en prójimo y no prójimo. Para que saber quién es tu prójimo, depende de que llegues, veas, te muevas en compasión y te acerques. Si te aproximas, te acercas, el otro es tu prójimo! Depende de vos y no del otro! Jesús invierte todo y quita la seguridad que la observancia de la ley podría dar al doctor.
Para la reflexión personal
• El samaritano de la parábola no pertenecía al pueblo judío, pero hacía lo que Jesús pedía. ¿Hoy acontece lo mismo? ¿Conoces a gente que no va a la Iglesia pero que vive lo que el evangelio pide? ¿Quién es hoy el sacerdote, el levita y el samaritano?
• El doctor pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” Jesús pregunta: “¿Quién fue prójimo del hombre asaltado?” Son dos perspectivas diferentes: el doctor pregunta desde sí mismo. Jesús pregunta desde las necesidades del otro. Mi perspectiva ¿cuál es?