Los hijos necesitan padres de verdad

lunes, 9 de octubre de
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Está muy bien que se rece por las vocaciones sacerdotales pero no son las únicas. La vocación matrimonial y familiar  es el origen y cuna de todas las otras. Al menos en buena teoría. La familia cristiana es el primer seminario o semillero, para todas las demás vocaciones. La apertura generosa para responder al don de la llamada del Señor también está en un noviazgo vivido desde la fe cristiana, firme, el amor verdadero y la espera necesaria, paciente al matrimonio. 

 

Hoy en día se echa de menos a padres de verdad, no meros progenitores biológicos, que sepan ayudar a crecer y madurar a sus hijos no a través de una serie de premios y castigos, no solo a través de la compra y privación de consolas de videojuegos según rindan en la escuel, sino quienes acompañen y guíen, en serio, hacia la madures a unos hijos que necesitan tanto de su cariño como como de sus palabras sabias, y gestos oportunos, de primeros educadores y referentes prácticos, testigos fiables y coherentes de creencias y valores. 

 

Vivamos la urgencia de un testimonio de verdadero amor matrimonial y familiar. Necesitamos padres más maduros, mejor preparados para afrontar la acogida y educación de sus hijos, con la debida paciencia, autoridad, cariño y sacrificio que los hijos necesitan de ellos, que no se educan ni solos, ni con ninguna pantalla delante y mucho menos en la calle como pasa en tantas ocasiones. 

 

San josé, patrono de las familias cristianas, ruega por nosotros. 

 

 

“Felices los que temen al Señor

y siguen sus caminos.

Comerás del trabajo de tus manos,

esto será tu fortuna y tu dicha.

Tu esposa será como vid fecunda en medio de tu casa,

tus hijos serán como olivos nuevos

alrededor de tu mesa.

Así será bendito el hombre que teme al Señor.

¡Que el Señor te bendiga desde Sión:

puedas ver la dicha de Jerusalén

durante todos los días de tu vida!

¡Que veas a los hijos de tus hijos y en Israel, la paz!”

 

(Salmo 128 “La bendición del hogar”)

 

Ana Tomicich