Evangelio según san Lucas 11, 29-32

lunes, 16 de octubre de
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    Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: «Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.

 

    El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.

 

    El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.»
 

 

Palabra del Señor

 

 


 

P. Javier Verdenelli sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

El evangelio de hoy nos presenta una acusación muy fuerte de Jesús contra los fariseos y los escribas. Ellos querían que Jesús les diera una señal, porque no creían en las señales y en los milagros que estaba haciendo. Esta acusación de Jesús sigue en los evangelios de los próximos días. Al meditar estos evangelios, debemos tomar mucho cuidado para no generalizar la acusación de Jesús como si fuera dirigida contra el pueblo judío.

 

 

En vez de levantar el dedo en contra de los fariseos del tiempo de Jesús, es mejor mirarnos en el espejo de los textos, para percibir en ellos al fariseo que vive escondido en nuestra Iglesia y en cada uno de nosotros, y que merece la misma crítica de parte de Jesús.

 

 

Querían que Jesús se sometiera a los criterios de ellos. No había en ellos apertura para una posible conversión. ¿Y en nosotros? ¿Cuáles son los criterios que usamos respecto a la vida de la Iglesia y a la de nuestra propia vida cristiana?

 

 

Porque de nada sirve poner un bonito cuadro ante alguien que no quiere abrir los ojos. La única señal es la señal de Jonás. La única señal es la resurrección de Jesús. Esta es la señal que, en el futuro se dará a los escribas y a los fariseos. Jesús, condenado por ellos a una muerte de cruz, será resucitado por Dios y seguirá resucitando de muchas maneras en aquellos que creen en él. La señal que convierte no son los milagros, sino ¡la vida entregada por los demás!

 

 

Para la reflexión personal

 

Jesús critica a los escribas y a los fariseos que llegaban a negar la evidencia, volviéndose incapaz de reconocer la llamada de Dios en los acontecimientos. Y nosotros, los cristianos de hoy, y yo: ¿merecemos esta misma crítica de Jesús?

 

¿Los cristianos vivimos ajenos o nos involucramos en los clamores de Dios que vienen de la realidad?

 

 

Milagros Rodón