Evangelio según San Lucas 12, 13-21

viernes, 20 de octubre de
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Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia».

 

Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas.»

 

Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha.” Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida.”

 

Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?” Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios.»

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. Javier Verdenelli sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

 

Tenemos en la memoria una frase del Papa Francisco que con cierta ironía y picardía dice: “Nunca he visto un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre”

 

En la misma línea podríamos decir que no tenemos que estar codiciando los bienes que van detrás de un cortejo fúnebre. Es decir, estar pendiente de las herencias económicas, aunque legítimas, ya que no son fruto de nuestro trabajo sino de aquellos que nos precedieron y por tanto, el derecho de poseerlas queda unido a quien se fue… pero después de su partida.

 

En el relato de Lucas, hoy encontramos a estos hermanos que piden a Jesús que intervenga en una cuestión familiar que muchas veces ocasiona infinitas discusiones y tensiones. En aquel tiempo, la herencia tenía que ver también con la identidad de las personas (1Re 21,1-3) y con su supervivencia (Núm 27,1-11; 36,1-12). Pero como hoy, el mayor problema era la distribución de las tierras entre los hijos del padre fallecido.

 

En la respuesta de Jesús se ve la conciencia que tenía de su misión. Jesús no se siente enviado por Dios para atender el pedido de arbitrar entre los parientes que se pelean entre sí por el reparto de la herencia. Pero el pedido despierta en él la misión de orientar a las personas y que el valor de una vida no consiste en tener muchas cosas, sino en ser rico para Dios (Lc 12,21). Porque, cuando la ganancia ocupa el corazón, no se llega a repartir la herencia con equidad y con paz. Inmediatamente después Jesús cuenta una parábola para ayudar a las personas a reflexionar sobre el sentido de la vida ante la experiencia de la muerte.

 

Allí, se relativiza todo, porque muestra lo que perece y lo que permanece. Quien sólo busca tener y olvida el ser pierde todo en la hora de la muerte. Aquí se evidencia un pensamiento muy frecuente en los libros sapienciales: para qué acumular bienes en esta vida, si no sabes dónde poner los que ya acumulas, ni sabes lo que el heredero va a hacer con aquello que vos le dejás (Ecl 2,12.18-19.21).

 

 

Para la reflexión personal

 

● El hombre pide a Jesús que le ayude en el reparto de la herencia. ¿qué pedís a Dios en tus oraciones?

 

● El consumismo crea necesidades y despierta en nosotros el deseo de acumular. ¿Qué hacés para no ser víctima de la sociedad de consumo?

 

 

 

 

 

Oleada Joven