En el atardecer de nuestras vidas seremos juzgados en el amor

jueves, 2 de noviembre de
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Hablar de la muerte es sin duda difícil. La muerte puede darnos miedo, hacernos experimentar fragilidad, hacer que nos sintamos finitos e inseguros, o mostrarnos que no tenemos el control total sobre nuestra vida.

 

Nadie sabe el día ni la hora en que vamos a dejar de estar en este mundo, y por ello les alcanzo algunas preguntas que debemos hacernos todos los días: Si Dios nos llamara en este momento, en este instante, ¿estamos preparados para morir?, ¿hemos hecho lo suficiente en este mundo?, ¿hemos amado con toda nuestra capacidad?, ¿nos hemos esforzado por ser mejores personas cada día?, ¿hemos cumplido nuestros deseos y sueños?, ¿hemos hecho felices a los que nos rodean?

 

Muchas veces, cuando pienso en la muerte, recuerdo una frase que me gusta mucho. Es de San Juan de la Cruz: “en el atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor”.

 

Cuando nos encontremos cara a cara con Dios, Él no nos preguntará cuánta riqueza acumulamos, cuántos títulos profesionales tuvimos, cuántas propiedades compramos.

 

Dios nos preguntará cuánto hemos amado a los demás, cuánto dimos de nosotros mismos, cuánto superamos nuestro egoísmo y salimos de nuestro egocentrismo para ayudar a los demás, cuánto fuimos capaces de mirar el corazón de la otra persona para entenderla y comprenderla, cuánto explotamos nuestra capacidad de amar que fue dada a cada uno en mayor o menor medida.

 

El atardecer de nuestra vida es acercarnos a la muerte, cuando poco a poco nos vamos apagando y ocultando, como el sol.

 

En nuestra vida tenemos distintos momentos: alegres, tristes, nostálgicos, confusos, entre otros, que van pasando. Pero todos llegan a un final, llegan a un atardecer, y con ello a la “noche” de nuestras vidas. Luego de esa noche, de la muerte, seremos recordados por quiénes fuimos y cuánto amamos.

En nuestras vidas dejamos una estela de colores, como resultado de cuánto amor que dimos al mundo.

 

Algunos colores son intensos, tenues, fríos, cálidos, ardientes, brillantes, suaves, imperceptibles, fuertes, de gran contraste. Todo depende de cada persona y la intensidad con la que vive.

 

Finalmente, debemos recordar que estamos en el mundo para amar y en la medida que más amemos más felices seremos. ¿De qué color queremos que sea el atardecer de nuestras vidas?

 

 

Francesca Giannoni 

 

FUENTE: http://catholic-link.com/en-el-atardecer-de-nuestras-vidas-seremos-juzgados-en-el-amor/

 

Noelia Viltri