Evangelio segun San Juan 16, 29-33

viernes, 3 de junio de
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 En aquel tiempo dijeron los discípulos a Jesús:
«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora estamos seguros de que lo sabes todo y que no es necesario que nadie te pregunte; por eso creemos que saliste de Dios».
Jesús les contestó:
«¿Ahora creen? Pues miren, se acerca la hora, mejor dicho, ha llegado ya, en la que cada uno de ustedes se irá a lo suyo y a mí me dejarán solo. Aunque yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho todo esto, para que puedan encontrar la paz en su unión conmigo. En el mundo encontrarán dificultades y tendrán que sufrir, pero tengan ánimo: yo he vencido al mundo».

 

Palabra de Dios


Pbro. Maximiliano Turri



“Ellos se hicieron bautizar en el nombre del Señor Jesús”

 

A un día de haber celebrado con toda la Iglesia la Ascensión de Jesús al cielo, ingresamos a la semana previa a la celebración de Pentecostés.

 

Toda la Escritura nos pone en sintonía con lo que anhelamos, la venida del Espíritu Santo. Es el caso del libro de los Hechos de los Apóstoles, San Pablo se encuentra con creyentes y les hace la pregunta esencial: “Cuándo abrazaron la fe, ¿recibieron al Espíritu Santo?”, y ellos de modo lapidario respondieron: “ni siquiera hemos oído decir que hay un Espíritu Santo.”

 

A nosotros no nos puede pasar lo mismo, es muy serio si nuestra fe no contiene a la persona del Espíritu Santo. Sin ella no existe vida cristiana; no hay nada que podamos realizar o vivir sin su presencia.

Cuando en la secuencia de Pentecostés decimos “Dulce huésped del alma”, estamos queriendo decir que él está dentro nuestro, como está la vida o la sangre que corre por nuestras venas.

 

El Espíritu Santo es fuego, viento, suspiro o aliento; es fuego porque es pasión, es vida; es viento porque empuja, no nos deja inmóviles; y es suspiro, aliento porque está en nuestro interior, en lo más profundo de nosotros mismos.

 

Estar dentro de la novena al Espíritu Santo es estar pregustando lo que vendrá, él viene en nuestra ayuda cada vez que lo invocamos. Él es la tercera persona de la Santísima Trinidad, él es Dios mismo que quiere santificarnos desde lo más profundo de nuestro corazón.

 

Preparemos nuestro interior en estos días previos a su venida, y que ese interior se haga oración continua, oración que repetimos en cada momento. “Ven Espíritu Santo y envía desde el cielo un rayo de tu luz.”

 

Que tengas un hermoso día. Que Dios te bendiga.

 

 

 

Oleada Joven