Instinto de fuga

viernes, 3 de noviembre de
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“Nuestra vida se salvó como un pájaro de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y nosotros escapamos.”
Salmo 124
 
 
 
Hace tiempo leí acerca de unos experimentos realizados a principios de los años sesenta. Estaban destinados a averiguar el “instinto de fuga” en los animales. Uno de los experimentos consistía en conectar electricidad a la mitad derecha de una jaula de metal de enormes dimensiones. En ella se introdujo un perro. El can aprendió rápidamente a colocarse en el lado izquierdo de la jaula. Después desconectaron el lado derecho y pusieron los cables en el lado izquierdo y el perro reaccionó del mismo modo, yendose al otro lado. Pero a continuación conectaron cables a todo el suelo de la jaula de modo que las descargas se producían al azar. En un primer momento el perro se mostró confuso, luego aterrorizado, hasta que finalmente se tendió en el suelo recibiendo las descargas sin intentar esquivarlas. Pero aún no terminaba la cosa. Los científicos abrieron la puerta de la jaula esperando que finalmente el animal escapara. Pero eso no sucedió. A pesar de que podía abandonar la jaula, el aterrado perro permaneció tendido…recibiendo descargas.
 
 
Alguna vez en la vida me he sentido así como el perro del experimento. La puerta se abrió y seguí tendida en el suelo recibiendo desamores. Convencida de que aún era prisionera, de que todo estaba perdido y de que nada bueno podía suceder. Sólo dejandome morir…nada nuevo, nada vivo, sólo dolor y resignación.
 
 
sin embargo la puerta siguió abierta… esperando mi reacción. Hasta que un buen día, desoyendo las mentiras que me hacían creer que las cadenas aún me retenían, me puse de pié y salí. El paso aún tembloroso, llena de miedos…pero también de espectativas. Dios me había liberado! Ya no era más esclava, sino hija.
 
Hoy te animo a salir, si estas en una relación que te lastima; o quizás sigues atado a la culpa de una mala decisión tomada años atrás; si tienes alguna adicción y quieres decirle basta, hoy te animo. Es posible. Debes solamente correr hacia la puerta de tu prisión y salir. Sin mirar atrás.
 
 
Y cuando lo hagas, ya libre, dejá que el sol bañe suavemente tu rostro, pisá la hierba y sentí cómo el rocío te hace cosquillas cual caricia de Dios. Sí, de ese mismo Dios que te liberó.
 
 
Y si no crees en Dios pero hay alguna persona que te ama y te tiende la mano para escapar de la trampa. ¡Hacelo! Confía. Créele. Porque tengo una buena noticia para darte Dios “es” Amor, es decir, “existe” en medio del vínculo de Amor entre esposos, entre madres e hijos, entre amigos. Ahí en ése vínculo de Amor entre esa persona que te ama y vos, existe Él. El Dios Amor.
 
 
Dios es “El Amor”. Un Amor tan fuerte y tan grande capaz de romper cualquier cadena. Un Amor que te hará libre, que te dará alas y… la jaula se romperá y volaremos

 

Gabriela Arce