En noviembre celebramos la fiesta de la dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, un momento propicio para detenernos y refelexionar cómo valoramos nuestro cuerpo como templo suyo…
Soy Templo Tuyo:grande o pequeño, pero que puede acoger a los demás,con las puertas abiertas, para que entren, recobren sus fuerzas.
No con derroches de riquezas y grandes adornos, que quizá hagan que se olviden los demás de entrar en contacto contigo, sino austero, que invite a charlar como un amigo a un amigo…
Con una sonrisa que invita a abrazar, a reverenciar y agradeccer la presencia de otros “templos”, es decir Hermanos, que también llevan el signo de tu cercanía para mí.
Un templo sin horarios fijos, porque habrá quien necesite de tu presencia a horas “altas” de la noche, cuando el amargor y la soledad se vuelven más pesados, cuando la tristeza y la melancolía los invade, y es necesario un abrazo de parte tuya, un gesto de amistad, cuando esos templos, se quedan sin quien adore tu presencia en ellos…
Quiero ser un templo que acoja, que haga más cercana tu presencia a los demás en la vida diaria, que fomente el encuentro contigo, quizá un templo con grietas, con mucho desgaste en sus bancas por tanto flujo.
Señor, Tú eres el dueño de este templo, un Templo Tuyo, porque eso soy: Templo Tuyo…