En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Sabéis que está mandado: "Ojo por ojo, diente por diente". Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñalo dos; a quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no lo rehúyas".
Palabra de Dios
Monseñor Carlos Ñáñez | Arzobispo de la Arquidiócesis Córdoba
Qué lindo encontrarnos cada día desde una Palabra de Jesús; Él dice “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no anda a oscuras”, qué bueno es ir tras de Jesús.
En el Evangelio que la Iglesia nos propone hoy, se recuerda, de algún modo, la famosa ley del talión “ojo por ojo, diente por diente”; esta ley, a pesar de su dureza, ya limitaba la violencia de la venganza, no había que ir más allá de la ofensa recibida.
Pero la propuesta de Jesús es decididamente superadora, Él propone el rechazo de la venganza y de la violencia, y en su lugar propone que reine la misericordia, el perdón, el amor.
El lenguaje del Señor es exigente, por momentos desconcertante, tiene algunas expresiones que miran sobre todo a fijar la atención en el mensaje “si te golpean, si te abofetean en una mejilla, preséntale la otra”. No es que el Señor esté diciendo que nos dejemos atropellar, sino lo que está proponiendo es rechazar la venganza y la violencia. De hecho, cuando Jesús está en el proceso que va a concluir con su condena, nos dice el evangelista, que alguien en un determinado momento lo golpea y Jesús le pregunta a esa persona que lo ha abofeteado, “si he hablado mal, dime en qué he procedido mal, pero si no ha sido así, ¿por qué me pegas?”.
Es decir, la propuesta de Jesús mira al triunfo del amor, que no desconoce la justicia, pero se abre a la misericordia que supera la justicia, se abre al perdón. A veces nosotros hemos visto por allí estas expresiones “ni olvido, ni perdón”, pero el cristiano procura reconocer la verdad de los hechos, aun de los dolorosos, se esfuerza en la reparación necesaria de la justicia, pero se abre también al perdón misericordioso. Dice el apóstol San Pablo, escribiéndole a los colosenses, “el Señor los ha perdonado, hagan ustedes lo mismo”. Y después del perdón, purificar la memoria, es decir, no vivir de rencores, ni resentimientos que amargan la vida, sino en la misericordia y en el amor, que nos abren a la paz y a la alegría.
¿Te animás a vivir en esta sintonía? Esa es la propuesta de Jesús, creo que vale la pena.
Un saludo para todos, y mi bendición.