¡Señor Jesús, las gracias te sean dadas! Estamos ante ti, te esperamos. «Dentro de poco tiempo y yo de una vez por todas, confío en ellas. Sin embargo, «ven y ayúdame en mi incredulidad» para que, permaneciendo allí, te espere, y te espere todavía, hasta que al fin vea lo que creo. Si, lo creo, «veré los bienes del Señor, en la tierra de la vida».
¿Y tu hermano, lo crees? entonces «espera al Señor, sé valiente, que tu corazón se fortalezca, que espere con paciencia al Señor ». Si el Señor prescribe una larga paciencia, también promete venir pronto. Es que a veces nos forma en la paciencia, y a veces reconforta a los desalentados; asusta a los negligentes, activa a los perezosos. «Ten en cuenta que vendré pronto, y que traeré mi recompensa conmigo, para pagar a cada uno según sus obras». Y hablando a Jerusalén, agrega: «Pronto vendrá tu salvación, ¿porque dejarte consumir por el dolor?»
Es cierto, el tiempo es corto, sobre todo para cada uno de nosotros, pese a que aparenta ser largo para quien se consume por la pena, o por el amor. Él vendrá, vendrá seguramente, ese Señor, el objeto de nuestro temor y de nuestro deseo, el reposo y la recompensa de aquellos que sufren, ternura y abrazos para aquellos que aman, la beatitud de todos, Jesucristo, Nuestro Salvador.
Beato Guerrico de Igny