Jesús busca corazones abiertos

martes, 5 de diciembre de
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El señor no es pretencioso para amar, no está esperando que limpiemos nuestro corazón, que seamos perfectos, ni que superemos un defecto. Él no espera nada de eso. En todo el Evangelio, en toda su vida, lo vemos reflejado, con cada pecador que perdonó, se acercó, abrazó. Quizás, y muy probablemente, lo que espera es lo contrario: un corazón, herido, sucio, rengo, pero abierto. Y es su presencia lo que nos va a permitir purificar, mejorar en el Amor, superar nuestros defectos y encaminarnos.

 

El Señor te habla en este tiempo de Adviento desde dos realidades: por un lado, la sencillez y lentitud de un embarazo, y por otro, desde la pobreza de un hombre y una mujer (material y sobre todo, interior), que unidos en el Amor se entregaron a cumplir la voluntad de Dios. Él se rodea de sencillez, lentitud, pobreza y despojo, y desde ahí te habla en lo más íntimo y pequeño de tu corazón:

 

“si vos crees que estoy lejos, estoy más cerca de lo que vos crees;

 

si vos crees que necesitas grandezas y heroísmos para estar cerca de mí, mira la pequeñez con la que me acerco a vos;

 

si vos crees que necesitas un proceso rápido, una conversión veloz, mira la lentitud del embarazo de mi gestación, y todo lo que me falta para llegar a ser lo que el Padre quiere de mi;

 

si vos crees que es muy complicado, que no podes con lo que te toca, míralos a ellos dos, María y José, que desde la pobreza se animaron a ir contra toda contrariedad con tal de recibirme a mí;

 

si vos crees que no tenés los medios para recibirme en tu corazón, mira con fe cómo de la “nada” puede nacer lo que es “Todo”.

 

 

No pierdas la esperanza ante la dificultad de este tiempo o ante las situaciones que, al parecer, no tienen solución. No dejes que la rapidez, las riquezas y las grandezas te confundan y te hagan perder esa pequeña pero valiosa luz que te ilumina por dentro: el Amor, que se hace conocer como Esperanza y que le regala al corazón humano la gran alegría de la Fe.

 

Diciembre quizás sea tiempo de finalizar etapas, procesos, cursados… pero permitile a Jesús que actúe en vos y haga que en tu corazón el único final sea el del vacío, la desesperanza, el odio y la tristeza, y que sea un verdadero inicio, o re-inicio, de una vida más llena, más plena, más viva, más de Dios. 

Para esto sólo necesitas abrirle el corazón y dejar que Él actúe, y estar dispuesto a mover las cosas que estan en tu interior que son un obstáculo para los cambios que Jesús quiere hacer en vos.

 

Cristian Ignacio