En este tiempo de espera, tiempo de ilusión por lo nuevo que está llegando, en este despertar de nuevo hacia la generosidad de Dios en nuestras vidas… ¿Cómo está el pesebre de tu corazón?: ¿dolido?, ¿con angustias?, ¿con desconfianza?, ¿con esperanza?, ¿con amargura?, ¿con rencores?, ¿con alegría?, ¿con ansiedad?, ¿con fe?…
dejame decirte una cosa, aunque parezca que quizá no tengas preparado el mejor pesebre para recibir al pequeño y gran salvador, Él ya ama esa pobreza que tenés para ofrecerle, la ama, la elige aún a pesar de todo, pero aún sabiendo esto, te invito a que hagamos un cambio, te invito a que podamos darle una gran sospresa a Jesús y no entibiarnos compadeciéndonos por nuestros recobecos:
¿te animás a adornar mas tu corazón?… Que no nos gane el desánimo por sabernos frágiles y nos deje con los pies trancados en el barro, que podamos ir limpiando nuestro cuarto interior, que podamos en este tiempo no darnos por vencidos sino luchar para darle buena acogida al señor, seamos capaces de amar en serio, no en serie.
Si el polvo que habita en tu corazón se llama rencor, te invito a que pidas la gracia de poder perdonar y hagas un acto concreto, un encuentro con aquella persona que te cuesta tanto perdonar, que quizá hasta incluso hayan pasado años y ya parezca que no valga la pena y la perla que adornará tu corazón será ese acto de perdón con el cual serás libre. Si ves que te cuesta mucho aún, entonces que tu perla sea rezar y seguir pidiendo la gracia del perdón al Señor y la docilidad del corazón.
Si hay alguna cosa vieja que haya que tirar para que tu corazón esté mas limpio, a lo mejor algún defecto que sabemos que desdibuja la pureza del amor, por ejemplo, el chisme, te invito entonces a hacer ayuno de ellos, a regalar a Jesús la perla del silencio en esos momentos donde pecamos por hablar mal de nuestro hermano o quizas por juzgarlo.
Si tu pesebre tiene algunas piedras que soltar, quizás algo que sabemos que nos hace mal, algún vicio, alguna persona que no dejamos ir, algun placer que nos aleja de las cosas de Dios, te invito a arrojar aquellas piedras, aunque sea de a poco, en este tiempo, para que tu pesebre se encuentre liviano para dar descanso al tierno bebé santo.
Y Si por el contrario sentís que tu corazón está como un pesebre reluciente y brillante listo para acunar al niñito Dios, te invito entonces a que lo adornes con la perla de la humildad, y puedas seguir sabiendote sólo un colchoncito de paja que acunará a lo que más brillará en esa noche de luz… Jesús.