Aprendiendo a Orar 2

lunes, 14 de junio de

 

Aprendiendo a Orar (cap 2)

Condiciones para la Oración

 

Podríamos comenzar hablando de los medios y los recursos para la oración, pero vamos a seguir el mismo orden de Teresa cuando las monjas le piden que les hable de oración. Ella va a comenzar hablándoles de tres virtudes necesarias, porque el secreto de la oración no está en los elementos externos sino en la integridad de la persona del orante, porque la oración implica la expresión del amor; la experiencia de amistad se basa en el amo; y "para ser verdadero el amor y que dure la amistad, se han de encontrar las condiciones" (V 8,5). Por eso Teresa les dice a sus monjas, y también a nosotros hoy, qué condiciones o virtudes "son necesarias tener los que pretenden llevar camino de oración (porque) es imposible, si no las tienen, ser muy contemplativos, y cuando pensaren que lo son, están muy engañados" (C 4,3). Vuelvo a repetir que cuando sus monjas le piden a Teresa que les enseñe a orar, ella escribe esta frase que acabamos de escuchar como el fundamento de todo el camino oracional… No les habla de medios ni de técnicas, sino de tres virtudes humanas que son la base donde se asienta todo el edificio de la vida espiritual: Amor – Desasimiento ( o Pobreza) – Humildad.

 

Amor. Es la primera virtud o condición que Teresa menciona para el camino de la oración. Porque la oración en su esencia es la puesta en acto del amor de Dios, y la respuesta de nuestro amor. Es el amor ida y vuelta en ejercicio. Nos dice Teresa que "no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho" (4M 1,7; F 5,2). La oración tiene como fundamento el ser "siervos del amor, que no me parece otra cosa (ser orantes), ser siervos del amor, que determinarnos a seguir por este camino de oración al que tanto nos amó" (V 11,1). Y dice Teresa: "Quizá no sabemos lo que es amar y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios" (4M, 1,7); y la más cierta señal de que amamos a Dios "es guardando bien el amor del prójimo; y estén ciertos que mientras más en esto se vean aprovechados, más lo están en el amor de Dios; porque es grande el que Dios nos tiene que en pago del que tenemos al prójimo, hará que crezca el que tenemos a Él por mil maneras; en esto yo no puedo dudar" (5M 3,8).

Fijémonos en lo importante de lo que venimos diciendo… uno a veces se hace una idea de la vida contemplativa, y piensa que la oración-contemplación es para algunos pocos que quedan alejados de nuestro mundo; basta con pensar en monjas y monjes que llevan una vida de oración y uno cree que están "en las alturas"; sin embargo, veamos que Teresa que es Maestra de Oración en la Iglesia, nos desinstala de nuestras falsas ideas y nos dice que orar-contemplar es amar, que no tiene que ver con recluirse fuera de la realidad en un estado de éxtasis espiritual. Orar nos hace más cercanos a nuestros hermanos…

 

Desasimiento. Esta es la segunda virtud que Teresa menciona para formar a los que queremos ser orantes. Desasimiento que es espíritu de pobreza y sinónimo de libertad. Es no estar atado a nada ni a nadie. En palabras textuales de Teresa: "No consintamos hermanos que sea esclava de nadie nuestra voluntad, sino del que la compró con su sangre" (C 4,8). Porque el asimiento, la atadura esclavizante a cosas, personas o a sí mismo impide cualquier actitud de entrega; y sin la entrega total la oración queda en buenas palabras, en deseos ineficaces. "Con libertad se ha de andar por este camino, puestos en las manos de Dios" (V 22,12).

 

Humildad. Es la tercera virtud. Dice Teresa la "humildad es andar en verdad" (6M 10,8). Humildad no es hacerse el humilde, o tomar la apariencia de la humildad con gestos y actitudes que más tienen que ver con la incapacidad de ser de verdad quien Dios nos llama a ser, con todas nuestras potencialidades. Todo eso lo desenmascaró Teresa y dice que son "almas cobardes con amparo de humildad" (V 13,2). La humildad es signo de autenticidad y realismo. Es reconocer nuestra propia verdad ante Quien es La Verdad, con todos nuestros dones y debilidades. Lo que nos hace verdaderamente humildes es la verdad de nosotros mismos que se nos revela en el encuentro con Jesucristo; por eso es rotunda la afirmación teresiana: "Y como este edificio todo va fundado en humildad, mientras más llegado a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y si no, va todo perdido" (V 12,4; 7M 4,8).

 

Con todo esto que venimos diciendo vemos que el camino de la oración no es para un momento y punto, y luego sigo con mi vida. Sino que -al contrario-, se sitúa en el centro de nuestra vida, porque es un camino de vida, en la que somos transformados a imagen del Hijo.

La oración nos transforma en la medida en que la vivamos con este peso específico: Encuentro de Amor con Dios; y no sólo actos religiosos de cumplimiento o recitaciones devotas sin corazón. La oración es transformante porque no podemos quedar inmunes ante el encuentro con Jesús que nos hace compañeros de Su vida, que hace que se nos vaya pegando sus acentos, sus gestos, sus elecciones, sus gustos, su vida y su amor. La oración nos transforma interiormente y para esta transformación interior sólo hacen falta estas tres disposiciones amor. desasimiento y humildad…

 

En síntesis podemos decir que la pedagogía de de Santa Teresa para formar al orante está centrada en el rehacimiento de un yo, el rehacerse de la persona con un cambio de condición: del egoísmo al amor, de la posesividad al desasimiento, de la soberbia a la verdad. Estas son las tres cosas necesarias para iniciar el camino de la oración junto a una determinada determinación, como compromiso fuerte de no volver atrás. La VERDAD (humildad) nos hace LIBRES (desasimiento) para ser SIERVOS DEL AMOR.

 

Hermana Silvia .de La Misericordia De Dios