Gracias Señor por poder descansar en vos

jueves, 14 de diciembre de
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Cuando todas las puertas se cierran, como las puertas de Belén se cerraron a María y José, la noche de la Navidad, fatigados del largo camino y un vientre cargado con el peso de Dios a punto de nacer, entonces es El mismo que se ofrece sus hombros y su corazón y sus brazos:

 

Ofrece sus hombros, para que podamos reposar nuestras cabezas cansadas.

Ofrece sus hombros, para que podamos reclinar sobre ellos nuestros cansancios.

Ofrece sus hombros, para que podamos sentir un alivio a nuestras fatigas.

Ofrece su corazón, para que los corazones agobiados puedan sentir un poco de calor.

Ofrece su corazón, para que los corazones agobiados encuentren el refugio caliente que otros les hemos negado.

Ofrece su corazón, para que los corazones agobiados encuentren en él alivio a sus penas.

Ofrece sus brazos, para que nos sintamos acogidos.

Ofrece sus brazos, para que sintamos su calor.

Ofrece sus brazos, para que sintamos que alguien está a nuestro lado.

Así es Jesús y así es el Padre y así es el Evangelio:

Cuando a nadie interesas, todavía eres interesante para El.

Cuando para nadie vales, todavía eres importante para El.

Cuando para nadie eres importante, todavía puedes escuchar: “Ven a mí”.

Cuando a nadie le importan tus lágrimas, todavía le tienes a El para secarlas.

Cuando a nadie le importan tus preocupaciones, todavía sabes que El está preocupado por ti.

Cuando a nadie le importan tus tristezas, todavía sabes que El quiere ser tu alegría.

Señor:
Gracias porque tus hombros llevan mis cargas.
Gracias porque tus brazos siempre están abiertos.
Gracias porque no me quieres ver arrastrado por la vida.
Gracias porque no me quieres ver angustiado.
No me quieres ver agobiado de preocupaciones.
Gracias porque tu prefieres cargar con nuestras penas.
Gracias porque en tu corazón siempre encontraré consuelo.
Gracias porque me pides pocas cosas.
Sólo me pides amar.
Me pides mis brazos para abrazas a mis hermanos.
Me pides mis hombros para ayudar a llevar las cargas de los demás.
Me pides mi corazón abierto siempre a mis hermanos.
Me pides unos brazos como los tuyos.
Me pides un corazón como el tuyo.
¡Gracias!

Padre Clemente Sobrado