María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.
Palabra de Dios
P. Pablo Osow sacerdote de la Arquidiócesis de La Plata
Hermosa escena la que nos propone la Iglesia este tramo final el adviento. La escena tan cálida de la Visitación, este encuentro entre dos mujeres. Primas que están viviendo situaciones similares, ambas embarazadas. Isabel claramente es más grande que María. Esta última lleva en su seno a Jesús, e Isabel a Juan el Bautista. Hay algo que pasa entre ellas, una circulación de palabras y sentimiento, de Espíritu Santo. El niño que Isabel lleva en su seno salta de alegría, ¿por qué? Porque María trae al Señor, al Salvador de mundo. Y cuando y no está lleno de Dios como María genera alrededor cosas distintas, todo es diferente. Uno se da cuenta cuando alguien contagia calidez y trasmite paz, esto es lo que le pasa a Isabel con María y lo expresa así: “A penas oí tu saludo el niño saltó de alegría en mi seno”
¡Qué importante mensaje para estos días finales del adviento! Pensar si hemos cultivado una presencia más viva y fuerte del Señor dentro de nosotros pensar lo que generamos a nuestro alrededor, pensar lo que queremos que se genere a nuestro alrededor teniendo en cuenta la mesa de navidad. El Señor quiere estar presente en estos días para darnos Paz, alegría y para que podamos contagiar algo diferente. Esto tiene que ver con una actitud de Isabel, la humildad. La humildad de reconocer esa presencia. “Feliz de ti –le dice Isabel a María- por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”
La fe en las promesas del Señor. Si hay cosas que todavía no se han dado en este año 2017, y que quizás por ahora no se den, es cuestión de levantar la mirada y los ojos de la fe sumergiéndonos en la alegría que nos da la esperanza. El 2018 vendrá con muchas oportunidades y esta promesa del señor también se dice sobre nosotros. La felicidad es posible y Dios tiene un plan para cada uno. Pongamos la mirada ahí pidiéndoles a María y a Isabel que intercedan por nosotros para que vivamos estos días llenos de la presencia de Dios y de esperanzas en sus promesas.
Que Dios los bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén