Evangelio según San Marcos 1,40-45

miércoles, 10 de enero de
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Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”.  Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”.  En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.

Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:  “No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”.

Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.

 

Palabra de Dios

 

 

 

 


P. Pablo Osow sacerdote de la Arquidiócesis de La Plata

 

 

 

Queridos hermanos, lo más llamativo de este texto es que Jesús finalmente queda en el mismo lugar donde estaba el leproso que finalmente se integra al resto de la comunidad, de la sociedad. Jesús se queda en el lugar desierto y el leproso dando vueltas entre la gente y proclamando el reino de Dios. Jesús toma nuestro lugar, tomó nuestro lugar en la Cruz y se ofreció al padre para nuestra salvación y no tuvo miedo en acercarse a lo más difícil de la condición humana, a lo más oscuro, complicado, a lo que nos hace mal, no teme tocar al leproso para purificarlo. El Papa Francisco muchas veces nos ha insistido tocar a Cristo en la carne del más débil y necesitado. Jesús lleva esto hasta el extremo y se acerca a una persona excluida y no tiene miedo de quedar él impuro. Esto era lo que creía el judío de aquella época respecto de la lepra, que era una enfermedad vinculada al pecado y a la impureza. Por eso la lepra tiene un contenido simbólico tan grande. Representa además la exclusión, vergüenza y aislamiento porque los leprosos debían dar vueltas en las periferias de las ciudades, fuera de las ciudades anunciando y gritando “Leproso, leproso” para que nadie lo tocara o se acercara.


Vamos a pedirle a Jesús que tengamos esta cercanía con lo distinto, con lo diferente, que no tengamos miedo de acercarnos, de pronto, al hermano que nos resulta hasta sospechoso. A veces hay una estética que nos da miedo en las personas que tienen dificultades o que parece que nos van a robar o que nos parece que nos van a ocasionar algún daño. No tengamos miedo si vamos con el Señor. No tengamos miedo de hablar, de acercarnos, de tocar, de derribar esas barreras, no tengamos miedo de ser generosos, de ponernos en el lugar, como hizo Jesús, del que está del otro lado y que ha sido puesto por la sociedad, por ciertos mandatos, leyes, criterios o normas en el lado de afuera.


Vamos a pedirle este favor al Señor, a este Dios que se ha hecho cercano para nosotros. Dios los bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Oleada Joven