Ser taxi de Jesús

martes, 16 de enero de

Hace ya un tiempo que Jesús me invitó a este gran apostolado, el de ser su taxi. Que llamado tan hermoso! Y que privilegio diras vos, y sí, realmente que locura que un Dios tan grandísimo se sirva de nuestra miseria y mundanidad para llegar en cuerpo y alma a otros.

Te escribo para contarte un poco lo que pasa por mi corazón cada vez que lo paso a buscar.
Primero, cuando llego, Él ya está todo “empilchado” (viste como cuando tenes una cita muy importante por la que tuviste que esperar mucho tiempo y te empiezas a preparar desde temprano, o pensas una semana antes que te vas a poner? Bueno… Mas o menos así jaja), luciendo lo mejor que tiene, su misma divinidad, ¡cuanta belleza hay en el sagrario! Él ahí, esperandome, esperandote, luciendose por si solo.

Penetrando su mirada en la mía y con una ternura especial, abraza mi corazón y susurra palabras de agradecimiento.

 

¡-Que cálido recibimiento Jesús! Nadie me hace sentir así.

 

– Luego, a pasos muy lentos y con una sonrisa como resultado de su saludo, me acerco al sagrario para tomarlo con mis indignas manos manchadas de pecado, para recostarlo en la teca (recipiente para llevar las comuniones consagradas).

 

Abro el sagrario, caigo postrada ante su majestad y le pido que se sirva de mi persona, que me tome de instrumento, que sea Él quien con mis ojos mire a los enfermos, que tome mis oidos para escuchar sus dolencias, que hable con mis labios y les lleve palabras de paz y que con mis brazos los abrace y los consuele, que mi sonrisa sea su sonrisa. Que yo ya no sea yo, que sea El mismo, el mismísimo Cristo quien va.

 

Con el alma perdida en el cielo, con el corazón acelerado y piropeando a Jesús con la oración del santo Cura de Ars (“Te amo oh mi Dios”), ¡ah! Y perdidamente enamorada de su belleza, lo guardo en la Teca y con ayuda de un estuche lo reposo sobre mi pecho. ¿¡de donde a mi tanta dicha!?
¡bendito y alabado sea Jesús en el santisimo sacramento del Altar!

 

Y ahí es cuando empieza mi servicio, Jesús grita -_¡a la casa de mi hijo/a!- _ Y para allá vamos.
El aún siendo Dios, me toma a mi, miserable, para llegar a destino. Y celebrar la vida y el amor.

También te quiero contar que esto es hermoso. De tal manera que no tengo dudas de que hay un Dios, si, un Dios que me ama y que le importo. Pero también es verdad que muchas veces pasarlo a buscar me cuesta, le doy lugar a la tibieza y me convenzo de que hay algo mejor que ser el “taxi”. Pero al final siempre triunfa El, y comprendo que no hay nada mejor.

Que yo, di mi ” SI”, y no por mi salvación sino por amor a Dios y a mi hermano, por el bien de el.
Te pido hoy especialmente que reces por todos nuestros hermanos que Dios los llamó para ser su “taxi” y servir al mundo. Para que siempre lo podamos hacer con mucho amor y alegría, y jamás con enojo o quejosos. Y sobretodo, pero sobretodo que no nos creamos mas que nadie por el solo hecho de ser llamados a este apostolado.

¡Dios te bendiga!

 

Filotea

 

Yo Filotea