Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón.
Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo.
Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
Palabra de Dios
Padre Pablo Osow sacerdote de la Arquidiócesis de La Plata
Hermanos, compartiendo el Evangelio de hoy nos encontramos a Jesús que mandó a sus discípulos a que le prepararan una barca. Es que la muchedumbre se apretujaba y hace falta crear las condiciones para que las personas que quieren acercarse a Jesús puedan hacerlo.
Pensaba meditando este Evangelio en cuantos animadores, catequistas, delegados, dirigente de grupos parroquiales, coordinadores, cuanta gente trabajadora encontramos en nuestras comunidades parroquiales y que son esos que preparan la barca. Cuando falta un rato para que comience la misa uno se da cuenta que van apareciendo, sacristanes, los que animas la liturgia con la música, los que se preparan para leer las lecturas, los que pasan la colecta, etc. Toda esta gente que es el pueblo de Dios, que son los discípulos que para que la muchedumbre pueda acceder al Señor, sirven. Que importante es que todas estas actividades no sean solamente actividades, sino servicios al Señor en su pueblo, en todas las personas que vienen, como en aquél tiempo, porque padecen algún mal y quieren tocarlo, encontrar en Jesús la salvación y el perdón.
Dice el Evangelio que los Espíritus impuros se tiraban a sus pies gritando “Tu eres el hijo de Dios” para que la gente tenga acceso al perdón de los pecados. En la comunidad en la que estoy hay un montón de gente que presta el servicio de mantener el templo abierto todos los días con paciencia y dedicación, orientándolos y ayudándolos a acercarse al sagrario y a las imágenes de la Virgen o los santos. Que hermosos son esos servicios en los que uno descubre por un lado el llamado del Señor y por otro lado el SI generoso de los discípulos.
Vamos a pedirle al Señor que escuchemos esos llamados, que este tiempo sea propicio para preguntarnos si podemos ofrecer un servicio en nuestra capilla o parroquia de nuestro barrio. Ver si es Señor nos está pidiendo algo más. Y pedirle a Él también la generosidad para responder diciendo que sí, estando disponible a su llamado.
Que el Señor los bendiga en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.