Desesperada, salgo a tu encuentro, Señor, cuando las angustias me agobian, cuando mis males me aquejan, cuando la ansiedad de controlar todas las situaciones me empieza a ganar. Y Vos, incondicional, estás, respondés y habitás mis heridas para sanarlas.
Tantas son las veces en que Tu mano ha sido la única que pudo sanar mi dolor… Te doy gracias por eso, Señor, pero tan ingrata me siento cuando reconozco que, después de recibir tu paz en mi corazón, me olvido de Vos. ¿Y tus necesidades, Jesús? ¿Quién te ayuda con todo lo que tenés que resolver? ¿A quién podés acudir cuando el mundo, al que tanto amas, está en problemas?
Entonces salgo de nuevo a tu encuentro a pedirte una nueva gracia: que me permitas ser instrumento tuyo en la Tierra, que puedas acudir a mí para traer Tu presencia entre los hombres, que me ayudes a mirar con los ojos del corazón y a ponerme en marcha para que con mi vida pueda dar testimonio de cuánto mejor es descansar en Tu Amor y q
Hoy quiero pedirte, Señor, ser equipo con Vos.