Evangelio según San Marcos 5,21-43

lunes, 29 de enero de
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Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva”.Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: “Con sólo tocar su manto quedaré curada”.

 

Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: “¿Quién tocó mi manto?”. Sus discípulos le dijeron: “¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?”. Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.

Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad”. Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?”. Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”.

Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”.

Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate”. En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.

 

 

Palabra de Dios

 

 

 

 

 


 

P. Raúl Gómez sacerdote de la Diócesis de Mendoza

 

 

 

 

Nos encontramos en torno a la palabra del Señor, en este Evangelio vemos como se presenta dos situaciones, por un lado está quien se presenta ante Jesús pidiéndole por su hijita que se está muriendo y por otro lado una mujer que padecía hemorragias y que sólo se conformaba con tocar el manto de Jesús, porque sabía que si lograba eso quedaría curada.


En este día la palabra nos invita a poner toda la confianza en el Señor, a saber que con fé para Dios nada es imposible, y saber que necesitamos creer en Él sobre toda las cosas y que es quien va a asistirnos en el momento en que necesitemos.


Por eso así, como se manifiesta este signo del amor de Dios en estas dos personas, Jesús quiere llegar al corazón de los que se acercan a Él, buscando el consuelo y fortaleza.


Por eso pidamos que el escuche nuestras suplicas y que podamos creer que su poder está siempre manifiesto para nosotros.


Que la gracia y la paz habite en todos ustedes y que pueda concedernos aquello que necesitamos.

 

 

Oleada Joven