Toda nuestra perfección está cifrada en amar a nuestro buen Dios, según aquello de San Pablo: “Tened caridad, que es vínculo de perfección” (Col 3,14).
Pero toda la perfección del amor está fundada en conformar nuestra voluntad con la voluntad de Dios, porque “este es el efecto prinicipal del Amor” dice San Dionisio, “unir la voluntad de los amantes de manera que no tengan más que un solo querer y no querer”. Por consiguiente, tanto más amará el alma de Dios cuanto más unida esté con su divina voluntad.
Verdad es que agradan al Señor las mortificaciones, las meditaciones, las comunicaciones, las obras de caridad que ejercitmos con el prójimo pero solamente cuando están conformes con su santa voluntad; de lo contrario, lejos de se de su agrado, las reprueba y las juzga dignas de castigo.
Si un amo tuviera dos criados y uno de ellos trabajara sin tregua ni descanso, pero siempre a su gusto y según su capricho, y el otro, aunque se afanara menos, se esmerase en hacerlo todo conforme a la obediencia, seguro que el amo tendría más aprecio al segundo que al primero.
Si nuestras obras no estás hechas según el beneplácito del Señor, ¿cómo podrán redundar en gloria suya?
No quiere Dios los sacrificios, sino que se acate su santa voluntad.
Fragmento del libro “Conformidad con la voluntad de Dios” de San Alfonso María de Ligorio