Atenti, un libro es libertad

martes, 6 de febrero de

“Atenti, un libro es libertad” reza una de las paredes de la biblioteca popular “La Cárcova” fundada por Waldemar Cubilla cuando salió de la cárcel. Y podríamos decir que la misma es en cierta forma autobiográfica.

 

La biblioteca fue fundada en el 2012, luego de cumplir su última condena de 9 años. La misma fue construida sobre basura apilada.  ¿El lugar? en la Villa “La Cárcova”, en José León Suárez donde Cubilla nació y se crió: “Me acuerdo que subíamos a la montaña de basura a buscar zapatillas. Las fábricas las tiraban cortadas al medio, para que nadie les diera uso. Nosotros buscábamos un par o alguna parecida a otra, las cosíamos y con eso andábamos”.  “De ahí salía todo: papeles, plásticos o metales para vender pero también las salchichas. Uh, cuando encontrábamos salchichas en la basura hacíamos superpanchos. Era una fiesta”, comentó en una entrevista brindada al medio gráfico Infobae.

 

Waldemar empezó a robar a los 15 años y terminó siendo un preso universitario. Piensa volver a la cárcel pero como docente de los presos gracias que se graduó como Doctor en sociología.

 

“Algunos se hicieron especialistas en cirujeo, otros fuimos más cobardes y salimos a robar. Tenía 15 años cuando empecé a salir pistola en mano. Si vos le buscas una explicación racional, no la tiene. Era simplemente decir ‘no merezco vivir así’, ‘no quiero estar más en la pobreza extrema'”, dijo Waldemar, quien entrada la adolescencia comenzó a robar, sin embargo, nunca abandonó la escuela.

 

Su rutina

 

“Si sabía que a las 5 tenía que entrar a la escuela, organizaba el robo antes para no tener media falta. Muchas veces volvía de robar y me metía en la escuela. Si abrías mi mochila, te encontrabas con los útiles, los libros y un arma”, comentó. 

 

Lo detuvieron por primera vez a los 17 años y pasó un tiempo en un instituto de menores. El encierro era para los jóvenes del barrio un destino.

 

 

 

En el 2001 Waldemar secruestaba gente y la paseaba por los cajeros automáticos para robarles. Estuvo preso por 4 años “sin hacer nada” pero cuando salió se inscribió en la Universidad Kennedy, estudiaba abogacía. Cuando no pudo pagar la cuota comenzó a robar nuevamente, como dijo él “era universitario y chorro”. A sus 23 años volvió a caer preso cuando tenía una libreta universitaria con más de 8 de promedio general. 

 

En 2008, nació el CUSAM, que es la universidad dentro de la Unidad 48, último destino carcelario que tuvo Waldemar, donde se cruzó con otros chicos que también deseaban estudiar, y junto a quienes escribió una carta al rector de la Universidad Nacional de San Martín reclamando su derecho a la educación.

 

Presos y guardiacárceles, juntos, comenzaron a estudiar la carrera de Sociología. Waldemar rindió 26 materias estando preso. En terce año de la carrera tuvo el mejor promedio entre todos los alumnos de la carrera, los presos y los libres: 9.25.

 

Cuando salió, rindió las materias que le faltaban, hizo su tesis sobre “El trabajo ciruja” en las llamadas “villas basurales” (“un intento de reflexionar sobre mi infancia y sobre la de mis vecinos”) y se recibió: Waldemar Cubilla, Licenciado en Sociología. No fue el único: en el marco de ese programa, se graduaron seis presos y dos guardiacárceles.

 

 

“La sociología me dio herramientas para interpretar la vida y las relaciones. Por ejemplo, las relaciones con los otros presos: ‘loco, si tuvimos la misma vida, vos sos de una villa y yo de otra, no nos apuñalemos’. O con mi familia, porque viví el embarazo y el nacimiento de mi primer hijo por teléfono, estuve con él recién a los 3 años. Todo eso me ayudó a reflexionar. Mi pregunta era: cómo hago para no volver a caer en cana y que mi hijo no herede la cárcel”, remarcó.

 

Libertad, divino tesoro 

 

Cuando recuperó la libertad, lo primero que hizo fue replicar la biblioteca en la Cácova, su objetivo: “Que ninguno de nosotros caiga en cana”. La dirige junto a Checho, un joven que llegó al penal mientras Waldemar era bibliotecario. “Llegó baleado, al borde de la muerte. Empezó a estudiar epistemología, filosofía y ahora miralo, es el vicepresidente”. Checho, que está terminando de construir los baños, saluda y se luce: donde había una casilla ahora crece la idea de hacer una sede de tres pisos.

 

Hoy forma parte de un equipo de investigadores de la universidad que aborda, precisamente, la “sociología del trabajo“. Comenzó, además, un doctorado en Sociología. “Es que así como los pueblos tienen sus doctores, las villas necesitan los suyos. Ese es el gran desafío, que los villeros nos profesionalicemos. Y esta biblioteca yo la imagino universitaria. Los chicos ya la conocen, la caminan, preguntan. La universidad ya no es un edificio que vos mirás desde el tren”.

 

 

 

Oleada Joven