Evangelio según San Marcos 7,24-30

miércoles, 7 de febrero de
image_pdfimage_print

Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies.

Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. El le respondió: “Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros”.

Pero ella le respondió: “Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos”. Entonces él le dijo: “A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija”. Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.

 

 

Palabra de Dios

 

 

 

 


 P. Pablo Osow sacerdote de la Diócesis de La Plata

 

 

Hoy vemos a Jesús yendo por poblaciones de toda la Galilea anunciando la buena noticia. No puede permanecer oculto y de hecho esta mujer se entera de la presencia de Jesús por otros. Esto es lo primero en que nos hace pensar, “¿En qué medida somos nosotros aquellos que hacen que el Señor tenga presencia entre la gente y se entere que el Señor está dando vueltas acá entre nosotros?” El Reino de Dios está entre nosotros. Y esta mujer al enterarse de que Jesús está entre ellos va a postrarse a sus pies. Es una mujer Ciro-fenicia, es decir de origen pagano, sin embargo se arrodilla delante del Señor. Nos hace acordar al Evangelio del Domingo pasado cuando Pedro le dice a Jesús “Todos te andan buscando” inclusive los que profesan otra fe, los que te buscan por otros caminos. Ellos también, quizás sin saberlo, están buscando este nombre que está sobre todo nombre, el nombre de Cristo. Jesús les juega una especie de pulseada a la fe de esta mujer.

A primera vista pareciera una especie de desprecio, compara a los paganos con los perros, pero es para que la mujer saque de sí misma una fe cada vez más grande. La mujer le canta quiero retruco, “Es verdad Señor, pero los cachorros comen las migajas que dejan caer los hijos” llegando a final del relato nos damos cuenta que la fe de esta mujer era muy grande. Jesús la había desafiado y ella se dejó desafiar. Interesante pensarlo para nosotros ¿En qué medida en esas situaciones en que nos toca esperar un tiempo o recibir lo que pedimos pero de otra manera, tenemos paciencia? Debemos recurrir a la fortaleza de la fe, y ser paciente cuando no recibimos lo que queremos o tenemos que esperar todavía. El señor hace que nuestra fe aumente y no deje de aumentar.

Vamos a pedirle al Señor esta capacidad de dejarnos interpelar por su palabra y la capacidad de dejarnos desafiar en la fe, de crecer en la alegría de saber que es Señor está con nosotros y nunca nos abandona. Dios los bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oleada Joven