“Tus caminos Señor son una locura, rompen mi humanidad, pero son los únicos que quiero recorrer”(Cecilia Perrín)

jueves, 8 de febrero de

“Tus caminos Señor son una locura, rompen mi humanidad, pero son los únicos que quiero recorrer”(Cecilia Perrín)

 

“Dios es sabio, y el conduce todo hacia nuestro mayor bien”. Hola soy Gustavo Sosa, tengo 26 años, vivo en San Martín-Mendoza, y estudio Trabajo Social. Tengo la gracia de poder decir que me siento hoy en día feliz. Feliz porque me siento mimado por Dios, no porque mi vida es color de rosas, más bien porque aún en momentos muy difíciles y en mis errores, puedo reconocer también que Él está siempre conmigo. Pero este proceso no fue nada sencillo.  Durante diferentes etapas de mi vida, hubieron momentos que me sentía perdido. La pregunta surgía de manera permanente, ¿Qué quería Dios para mí? ¿Qué debía hacer en las encrucijadas de mi vida? Y la respuesta no era inmediata, y a veces confusa. Pero sí tenía claro cuáles eran las herramientas para no desviarme de lo que Dios quería para mí: La Oración, tremendo privilegio de charlar con nuestro Dios Creador, y la Adoración silenciosa, donde Dios me respondía en el Corazón. Y tenía que ser paciente, siempre el tiempo confirmaba si verdaderamente había elegido lo que Dios quería para mí.

Mi verdadero encuentro con El, comenzó luego de la confirmación. Durante un año, me preparé en formación, grupo parroquial de la Pquia Nuestra Sra del Líbano para poder ser catequista. Mi corazón se engrandecía cuando podía transmitir el amor que sentía por Jesús y sobre todo lo que El sentía por mí, a los demás jóvenes. No imaginaba otra cosa que estar allí, ya que me sentía cómodo, alegre y pleno. Pero como mencione al principio, los caminos del Señor son una locura. Mientras estaba en confirmación, durante una Misa, escuche que un grupo misionero se iba de “Misión” dos semanas a una comunidad rural. Durante días me resonaba en la cabeza y no sabía el porqué, solo sé que sin conocer a nadie y sin darme cuenta ya estaba preguntando si podía ir, algo que no me caracterizaba ya que era algo tímido. Sin dudas, el Espíritu Santo me condujo al camino misionero, ya que esa experiencia marcó mi vida. Me enamoré del Cristo que estaba en cada hogar, en cada persona. A veces un Cristo alegre, a veces uno triste y desesperanzado. A veces un Cristo sediento de un abrazo, de un consuelo, de compañía porque se encontraba solo o enfermo. En ese momento, Dios me condujo hacia un nuevo camino: la “misión”, ella marcó mi vida y me llevó a distintos lugares: zonas rurales, urbano marginal, fuera de la diócesis (como en el impenetrable Chaco) e incluso misión más allá de las fronteras, como fue el caso de Bolivia. Le agradezco a Dios la Gracia de permitirme reconocer como Dios me llamó fuera de confirmación, donde estaba cómodo y pleno, y por tener el corazón abierto a su voluntad. Sin dudas deje algo que me hacía muy feliz, para ir a otro lugar donde mi felicidad fue mayor. En ese acto aprendí, que el amor de Dios es desbordante, y que si tenemos el corazón abierto a su voluntad, Él nos enseñara que en su Voluntad, es donde somos plenamente felices. Ya enamorado de esta nueva vocación y de ese Cristo que salía al encuentro en cada comunidad, descubrí que Dios tenía aún más cosas preparadas para mí. En este nuevo camino en el que me dejaba seducir por el amor de Dios, conocí a la persona más importante en mi vida y con la que hoy comparto el hermoso sacramento del matrimonio. Si, Jesús me había regalado la posibilidad de no solo enamorarme de Él, sino también de una gran compañera de vida que hoy me acompaña: Yemina. Es una verdadera gracia poder compartir con ella una misma vocación misionera, y realizar esta hermosa tarea que Dios puso en nosotros: “Vayan y anuncien por todos los pueblos la Buena Noticia”. Hoy, en medio de los ataques al matrimonio, a la familia, a la Iglesia, queremos ser testigos de que se puede amar a una persona y serle fiel, aun cuando el mundo nos invita a otra vida. Sin dudas, nuestro deseo es formar una familia, y enseñarle a nuestros hijos lo importante que es Dios para nuestras vidas, pero sobre todo mostrarles también a ellos la vocación que Dios puso en nuestro camino, y poder conformar, una familia misionera.

No quiero dejar de mencionar que durante varios años, conformo también un grupo misionero, que reconforta mi alma: “Pastoral de la calle, San Alberto Hurtado” Aquí Dios nos habla en cada hermano que visitamos y acompañamos y que se encuentra en las periferias, sin un lugar para dormir, sin ropa que vestir, o sin un alimento con que callar su hambre. Es inexplicable lo que uno siente cuando sale al encuentro de este Cristo sufriente, que está a la espera de que VOS y yo salgamos a su encuentro. Misión nada fácil, llena de desafíos, frustraciones, pero que se dispersan de manera instantánea en cada sonrisa esperanzadora que nos regala aquel amigo de la calle. Sin dudas, allí lo que hacemos, no es anunciar a Cristo, sino más bien, compartirlo, ya que ellos son quiénes más nos muestran el rostro de Dios: en su simpleza, en su confianza en la Providencia, en el vivir a pleno el día a día, en el ser agradecido de lo poco que tengan, en su Fe y confianza en Dios.

Como dije anteriormente, este es camino que Dios ha marcado para mí, y en el cual hoy soy feliz. Pero también sé que Dios es el dueño de mi vida, y con alegría le digo que estoy dispuesto a ir donde Él quiera, poniendo mi corazón abierto y sencillo en sus manos, dejándome conducir a donde Él quiera que vaya…

 

 

“Vayan y anuncien por todos los pueblos”

 

 

Federico Amad