Vengo, Señor, cansado; ¡cuánta fatiga van cargando mis hombros al fin del día!
Dame tu fuerza y una caricia tuya para mis penas.
Salí por la mañana Entre los hombres, ¡y encontré tantos ricos que estaban pobres! La tierra llora, porque sin ti la vida es poca cosa.
¡Tantos hombres maltrechos, sin ilusiones!; en ti buscan asilo sus manos torpes. Tu amor amigo, todo tu santo fuego, para su frío.
Yo roturé la tierra y puse trigo; tú diste el crecimiento para tus hijos. Así, en la tarde, con el cansancio a cuestas, te alabo, Padre.
Quiero todos los días salir contigo, y volver a la tarde siendo tu amigo. Volver a casa y extenderte las manos, dándote gracias.
Amén
Himno de Vísperas