Tenés que abortar

jueves, 22 de febrero de
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Hace unos cuanto años atrás una mamá se enteraba que su embarazo era riesgoso para ella y la vida del niño que llevaba en su vientre, la expectativas eran pocas, había que interrumpir el embarazo, era imposible, si ese bebe nacía el riesgo iba a ser mucho, había que optar por una de las dos vidas, ya que la ciencia no daba esperanzas, ya que ella tenía otro nene chiquito, pero esa mamá no lo aceptó, ella sabía que no era dueña de decidir sobre otra vida que llevaba en su vientre, al contrario, afrontó todo lo que tenía que afrontar en medio de muchas adversidaes económicas, en medio de unos cuantos proyectos, en medio de muchos límites personales.

Estuvo internada, postrada en una cama por un tiempo, tratamientos sin resultados, no saber si era un varón o una mujer, pero no sin la convicción que ese niño era fruto del amor, que ese niño era un regalo pero que no le pertenecía , ese mismo niño que seguramente si nacía iba tener algunas consecuencias físicas o motrices.

Ese mismo niño que estuvo 23 horas para nacer, donde su mamá tuvo que salir en una camioneta prestada por que no había vehiculos y los caminos eran intrasitables, ese mismo niño que nació en un hospital público, ese mismo que estuvo delicado a causa de una anemia ferrea galopante, ese mismo niño que con el pasar de tiempo sus problemas físicos se iban a ir notando, y que algún tiempo sabía más de medicos que de juguetes, que no tenía la misma resistencia que otros chicos de su edad, ese mismo niño que le costó adaptarse y aceptar algunas situaciones y se sentía con tratos especiales, pero amado.

A esta mamá le dijeron que no podía tener más hijos, pero tuvo cuatro más, no sin desafíos, no sin adversidades, no sin dolores.

Estos seis hijos supieron lo que fue el esfuerzo, lo que era vivir el día a día para ver lo que se iba a comer, vivir de la caridad de algunos para vestirse, lo que era la precariedad pero esos seis hijos que en medio de muchos errores, pudieron educarse, pudieron crecer y emprender caminos, pudieron saber que el mayor orgullo para ella como mujer era ser mamá, esa mamá que se emocionaba al hablar de sus hijos, esa mujer que daba su vida cada día y que supo de golpearse la cabeza contra la pared muchas veces, supo de esfuerzo y de renuncias, pero siempre resaltando hasta el ultimo día de su vida lo mismo: lo feliz que estaba de ser mamá, lo feliz que le ponía ver a sus hijos unidos más allá de todas las cruces, esos hijos que hasta hoy tienen en claro que el mejor regalo es la familia y que la dificultades muchas veces socioeconómicas son una barrera dificil pero no imposible de atravesar y que siempre hay alguna puerta abierta.

Ese niño que nació a pesar de todo diagnóstico, ese niño que se sintió sobreprotegido siempre, ese mismo niño que le costó aceptar una vocación por miedo a ser una carga, ese mismo niño que se enteró a los 21 años de toda su historia, en la silla de un hospital, quizás sin imaginar que fuera la última conversación con su mamá, ese mismo joven al cual su mamá le dijo como últimas palabras, quizás como de despedida: que no le podía pedir más nada.

Claro ese niño convertido en joven soy yo, el que entendió por que su madre se enojaba tanto ante la palabra aborto, ese mismo niño que supo por que cada día la entregaba, por que ella lo había hecho primero.

SÍ el que está escribiendo estás palabras humildes pero salidas del corazón… Por eso no me preguntés por que estoy a favor de la vida, no me preguntes por que soy un pro vida orgulloso.

 

Efraín Molaro