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MI AUTOBIOGRAFÍA A LA LUZ DE DIOS EN MI VIDA II
martes, 6 de marzo de
Cuesta arriba
Aunque en mi escrito anterior pude haber dado la impresión de tener una vida extremadamente normal y bella, ya desde mis 18 años la vida empezó a hacérseme cuesta arriba. Incluso antes de egresarme de la secundaria yo había tenido la inspiración de presentar ante una rutinaria reunión de la directora y los profesores del IPEM 164 “Ataliva Herrera” un proyecto de convivencia escolar que había encontrado en un diario viejo mientras ayudaba a papá en su trabajo. El mismo trataba sobre diversas estrategias aplicables para lograr una mayor armonía en la convivencia escolar, consistiendo en un sistema de créditos (medida de credibilidad del estudiante), el cual había sido llevado a cabo por el instituto “Fray Mamerto Esquiú”, de Calamuchita, con excelentes resultados: en tal instituto sostuvieron que, aunque las amonestaciones siguieron vigentes, su uso cayó estrepitosamente desde que comenzó a aplicarse este proyecto, el cual yo complementé para el IPEM “Ataliva Herrera” con proposiciones como la celebración de la Jornada Argentina de la Paz, instituida mundialmente por el Papa Pablo VI y sancionada por ley 23211 por el Congreso Nacional, que consiste en un día del calendario escolar que se dedica a la paz. En la reunión los profesores y las autoridades se comprometieron a llevar adelante el proyecto en el IPEM, pero esto no ocurrió. Lo cual me decepcionó tanto que no tuve mejor idea que mandar un correo de lectores a la revista dominical del diario más leído del interior del país; el mismo fue publicado, y le ocasionó a la directora del instituto varios dolores de cabeza, inclusive me enteré que allegados suyos de otras provincias la llamaron preocupados por la situación del colegio.
No comencé la facultad entonces sino que con la beca que obtuve en la secundaria empecé un curso de peritaje en cereales y oleaginosas, ya que Río Primero es un polo sojero de mi provincia. Por entonces, yo solía salir con relativa frecuencia a los bailes en las noches, y empecé también a tener mis primeras y grandes tribulaciones del corazón, y fue entonces que escribí mi primer poema de amor titulado “Signados por saturninos”, del que incluso hicimos una versión musical cantando con un amigo guitarrista y ex compañero de la secundaria en un estudio de grabación. Participé también en ese tiempo de un Vía Crucis que atravesaba las calles del pueblo personificando a Jesucristo, transcurrido esto me enteré que una profesora de teatro que yo había tenido ya en la secundaria daba clases en un taller auspiciado por la municipalidad, y en él estudié dos años, los cuales culminaron con una representación de la obra de Roberto Arlt, “Saverio, el cruel”, en la que yo personificaba al falso médico, todo en el Salón Cultural del pueblo que estaba a sala llena, a pesar de la lluvia torrencial que acontecía afuera.
En 2006 comencé la facultad de derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, y de ese año recuerdo especialmente a una profesora, que además de abogada era psicóloga y licenciada en ciencias de la educación, de quien disfruté maravillosas clases, y en su materia yo tenía siempre excelentes notas, incluso me elogió después de corregirme una evaluación integradora sobre su materia, diciéndome que yo le hacía acordar a ella por lo estudioso que le parecía, sin saber que yo leía mucha filosofía de puro gusto, aunque cuando vio en mi libreta de estudiante las calificaciones de otras materias más netamente de derecho (la suya era Problemas del Conocimiento y Formas del Razonamiento Jurídico) se extrañó de que no fueran tan altas.
Ese mismo año papá padeció graves problemas de salud, y estuvo delicado varios días en el Hospital Clínicas de Córdoba. Cuando apesadumbrado le pregunté por él a mamá, quien guardaba el asunto con mucha reserva, ella me confesó que papá iba a ser operado por un cáncer de páncreas. Recuerdo que justo cuando me disponía para ir a visitarlo, él ya estaba volviendo a casa gracias a la gran labor de todos los profesionales de la salud del hospital. En el mismo año visitó la universidad el dictador cubano Fidel Castro, quien en el marco de la XXX Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur no se privó de dar su último discurso público, que duró cuatro horas, en una colmada Ciudad Universitaria, en ese discurso no se cansó de ponderar nuestra universidad y la gran inspiración que significó para todo el continente la Reforma Universitaria de 1918.
Desde el último año de la secundaria yo sufría un gran cansancio y como anemia, tanto que creí que se trataba de un síndrome de fatiga crónica, pero solo después de ir al médico y hacerme estudios supe que mis problemas eran causados por inflamaciones, en el pecho y el pie izquierdo, por las que he deambulado en estos años por kinesiólogos, masoterapeutas y hasta curanderos en procura de alivio. Conocí también por entonces las fascinantes misas carismáticas del padre Héctor Espósito, extraordinariamente concurridas, que se desarrollan en la iglesia Amparo de María de la ciudad de Córdoba, gracias a la recomendación de una de sus amigas a mamá, en la misa muchos hermanos caían en lo que se llama el descanso espiritual y yo creía que esto mismo me tenía que pasar a mí, pero a los sumo yo empezaba a tiritar y a tener un gran calor en el corazón pero no caía en descanso. Pero una noche, tiempo después, tuve un sueño, y en él la Virgen era quien me decía: “Elías, hacete el vivo”. A mí me suelen molestar a veces por no ser alguien muy vivaracho, y luego también me dijo: “No seas tan terco y abandonado”, y que rezara la novena (que luego entendí se trataba de la novena a la Divina Misericordia) y que si yo lo hacía con fervor la iba a “enamorar con mi día”.
2009 fue uno de los años más difíciles para mí, porque yo había descuidado mucho mi carrera, que se me estaba haciendo muy difícil no solo por todos los estudios, sino también porque cada dos por tres aumentaban exponencialmente el boleto y el abono del colectivo para ir a la facultad.
Lo que cuento a continuación es terrorífico; estaba una noche de ese año acostado sobre mi cama cuando de repente me desperté y vi como en todo la cara azul y diabólica de un ser que me dictaba cosas, y yo solo atiné a correr aterrorizado hasta el templo del barrio, que estaba cerrado, veía casi todo negro, tenía mi respiración entrecortada y sentía mi cuerpo muy pesado hasta para caminar, y así llegué como pude hasta la gruta de la Virgen al frente de casa y recé ahí un avemaría, que fue el santo remedio, tanto que cuando fuimos preocupados con mamá al dispensario contiguo a casa, la doctora que atendía me consideró poco menos que un hipocondríaco.
Pero eso no fue todo lo que padecí ese año, sino que también empecé a escuchar voces como de la consciencia que me urgían que predicara, y lo hice ciegamente, diciendo todo lo que salía de mi corazón a mucha gente, incluso al sacerdote del pueblo. Algunos me escuchaban prestando mucha atención, y para otros yo me había vuelto loco. Y me hicieron tratar con el psiquiatra, la psicóloga y hasta un cura me dio la extremaunción. Para entonces mis traumas habían logrado que quisiera dejar definitivamente mi carrera en la facultad y que le dijera al párroco de mi pueblo que yo quería ser sacerdote y estudiar en el seminario. Y así fue que anduve comunicando mis inquietudes vocacionales al rector del Seminario Mayor de Córdoba y al prior del Convento de Sacerdotes de la Iglesia del Carmen también de Córdoba, en ambos casos me pidieron una carta de recomendación por parte del sacerdote de mi parroquia, quien en realidad no estaba nada convencido de mis inquietudes de consagración, por lo que anduve muy angustiado por esas épocas. Hasta que descubrí que lo mío era la consagración en la vida diaria, por lo que comenté esto al representante del Opus Dei en Córdoba, quien resultó ser el ingeniero Facundo Garayoa, creador de una fundación de ayuda para jóvenes necesitados de apoyo económico para proseguir sus estudios; le comenté a él mis problemas en su oficina, que estaba casualmente al lado de la facultad de derecho, y me dijo que pensaba ayudarme, lo que no hizo.
Así que cuando empecé de nuevo la facultad tomé un empleo en negro en el ciber más grande de mi pueblo, que me habían ofrecido porque creían que yo era una persona en la que podían confiar, el mismo duró un año, y no en las mejores condiciones sino en muy malas, tanto económicas como de salubridad, llegando yo a trabajar muchas más horas de las adecuadas por un salario muchísimo menor que el correspondiente, y que terminó unilateralmente porque el dueño del ciber ya no quería tener que pagarnos a los empleados, por lo que entramos en litigio que espero se resuelva con justicia.
A pesar de todo, con el dinero ahorrado y gracias a unos pasajes del senador Luis Juez, que nos regaló mi tío por haber oficiado como fiscales partidarios de aquél en la elección para gobernador provincial tiempo atrás, fuimos con papá a Buenos Aires, donde vive mi otro tío con su esposa y mi prima, y pasamos ahí uno de los mejores días de nuestra vida.
Tomé luego otro trabajo de parte de un abogado minusválido, que me convenció de trabajar con él en condiciones aún peores que mi anterior empleo, consistiendo mi nuevo trabajo en levantarlo de su cama todas las mañanas, subirlo a su silla de ruedas, llevarlo a asearse y hacer sus necesidades al baño; siendo esto cepillarse los dientes, afeitarse, colocarlo en el inodoro y en el bidé, llevarlo a una silla plegadiza debajo de la ducha, secarlo y volverlo a llevar a su cama para aplicarle cremas en la piel y cambiarlo. Después de eso, le hacía el desayuno, y lo subía a su lujoso auto para que diera una vuelta, y él siempre retornaba como una hora después y yo lo llevaba de nuevo a su habitación, sacándole la ropa y acostándolo en su cama. A la tarde yo tenía que volver a su casa a alcanzarle un vaso de agua porque a esas horas él estaba solo, y después volvía a la noche a darle su pastilla para dormir y acomodarlo en su cama. Lo mismo hice durante un año. En un momento, la gente que estaba con él, la mujer que trabaja limpiando la casa y su marido, se fueron a vivir a la casa que el doctor les había donado con el cargo de mantenerlo a él y a aquella casa de la que ahora se iban, encargándose de su comida y las demás cosas de su casa por lo que al doctor le quedara de vida, por lo que aquella gente solía quejarse por no tener sueldo ni vacaciones ni jubilación ni nada, y yo le pedí al doctor quedarme para estudiar en la habitación ahora vacía del fondo de su casa, pero fue para peor porque me pusieron ahí un aparato con el que el doctor me podía llamar con un controlcito remoto, y como yo ya tenía llaves para entrar a la casa por el frente o por el garaje, trataba de entrar por el garaje en secreto. Esos no eran los únicos trabajos que yo hacía ahí sino que también lo llevaba en cualquier horario a hacer trámites en su silla de ruedas a Rentas, a la municipalidad, al banco, a un contador en Piquillín, una vez me pidió llevarlo a Villa del Rosario, en fin, también lo llevaba a veces a comer a la casa de la gente que trabaja con él por esa misma casa que les donó para no tener que pagarles lo que llevaba años debiéndoles, al taller para arreglar el auto, al lavadero para lavarlo, a llamar a la gente que requería, etc. etc. Incluso yo mismo le iba a pagar los impuestos, y también le hice todos los trámites con el contador para que tuviera una jubilación nacional aparte de la jubilación provincial que percibe como abogado, sin embargo a mí nunca me pagó ni siquiera aguinaldo, tampoco me pagó nada aparte por ayudarle a hacer todos esos trámites. También yo tenía que ir a masoterapia por lo contracturado que me dejaban todos estos trabajos, que aunque los hacía por mis estudios terminaron haciendo que bajara el rendimiento por no poder concentrarme para estudiar por estar tan pendiente de él. Por otra parte sé que vendió por muy buen precio el inmueble en que antes tenía su estudio jurídico, tenía también un buen plazo fijo en el banco, siempre todo en dólares, y cuando lo llevaba acompañándolo en su auto él me señalaba los terrenos que tiene en el pueblo. Pero lo peor fue enterarme que sus dos hijos adoptados, que él me dijo que adoptó con adopción plenaria de unas mujeres en Córdoba Capital son seguramente hijos de desaparecidos en la Dictadura Militar. Al principio creí en sus palabras aunque con algunas sospechas, las que afiancé luego de escuchar una conversación telefónica que tuvo con su ex mujer, una profesora de historia jubilada que yo tuve en la secundaria, a la que le dijo, después que la profesora le hablara sobre alguna rebeldía de uno de los jóvenes (ambos nacieron finalizando la década del 70): “Ellos lo tienen en su sangre, querida”. Me pareció peliculesco y me extrañó muchísimo que subsistan tales pensamientos después de tantos años de aquel terror. Por su puesto, los denuncié en la filial cordobesa de Abuelas de Plaza de Mayo.
Entretanto, tuve unos problemas en la Biblioteca Popular del pueblo puesto que yo había donado varios libros y videos que después no volví a ver expuestos en la sala, y al preguntar por ellos a la bibliotecaria me dijo que los habían guardado en un depósito, dándome la excusa de que estaban por categorizarlos (lo que aún no han hecho), y que todo era asunto de la comisión, la que está conformada por un grupo de vecinos, varios de ellos ancianos jubilados que están en ella desde la fundación de la biblioteca hace más de 25 años, y me quejé de ello ante el presidente tanto de la Biblioteca Popular como de la Casa de la Cultura, e inclusive ante los dos candidatos a intendente de Río Primero para la elección municipal que estaba próxima a realizarse. Tanto me quejé que hasta me ofrecieron tener un taller literario en la Casa de la Cultura, que hube de dejar por problemas de horarios propios y ajenos, sin embargo me queda el dulce recuerdo de haber conocido bellos poetas de mi pueblo con los que hemos armado un grupo literario en una red social compuesto no tan solo por ellos sino también por otros excelentes artistas de otras provincias en incluso de muchos países.
En la facultad voy avanzando pasito a paso para convertirme el día de mañana en un abogado que tenga todas sus luces puestas para conseguir justicia no para unos pocos sino para toda la sociedad, participando frecuentemente de charlas, viajes y encuentros con otros estudiantes que tienen estas mismas inquietudes en las que todos suman, siendo también beneficiario gracias a Dios del boleto educativo gratuito, dispuesto por el actual gobierno provincial.
Como mamá me había regalado un aparato de radio, yo solía escuchar Radio María, una espectacular señal cristiana y mariana donde el amor a Dios es la luz de los corazones y ya no pude no seguirla, especialmente al programa “Espiritualidad para el Siglo XXI” del padre Eduardo Casas, un sacerdote al que como a mí le gusta la filosofía cristiana y meditar mucho, y escribe muy lindo sobre las peripecias del espíritu y la vida. También conocí por entonces el grupo juvenil cristiano Oleada Joven, de la misma radio, con el que incluso fuimos a una acampada en las Sierras a la luz del Señor, en donde todo lo descubrí de Dios, como divino, ya la música, ya las estrellas, ya el sol y la Palabra, pero también fue entonces que descubrí lo que Dios quiere para mi vida, no sino la felicidad en el amor. Continuará…
Otoño de 2012.-
Elías Brandán
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