Desde que mi voluntad está rendida a la tuya Señor, yo conozco la medida de la mejor libertad.
Vení Señor, y tomá las riendas de mi albedrío; de tu mano me confío y a tu mano me entrego, que es poco lo que me niego si yo soy tan tuyo, y vos tan mío.
A fuerza de amor humano me abrazo en amor divino. La santidad es camino que va de mí hacia mi hermano.
Me di sin tender la mano para cobrar el favor; me di en la salud y en dolor a todos, y de tal suerte que me ha encontrado la muerte sin nada más que el amor.
Que así sea.
José Luis Blanco Vega, sj