(…) y por ahí, sin gloriarme, me doy cuenta de que vos me has regalado -todo es Gracia tuya- ese “creer”, el “ver tu Luz”, “querer vivir ordenado a tu voluntad” y ese “amarte”.
Vos, por medio de tu Palabra, me has enseñado que para alcanzar la vida eterna -permanecer con Vos, siempre- hay que amarte, haciendo todo lo posible para que nuestro corazón esté puesto entero en Vos.
Pero vos no sos un Dios egoísta o mezquino… no nos pedís que sólo te amemos a Vos, sino que amándote a Vos nos animás a amar a los demás. Queres que te amemos, pero no en solitario.
Por eso también me enseñaste que para permanecer siempre con Vos, puedo amar a quien has puesto a mi lado, sin importar quién sea, sin un criterio de selección. Y ahí se completa el Amor.
Amarte a Vos es, también, amar a los demás.