Me detengo un momento sólo a respirar.
Simplemente existo, y respiro. Presto atención sólo a la respiración, al aire que entra en mi y que sale de mi. Y me dejo estar, me abandono. Con dulzura, aparto todos los pensamientos, recuerdos e imágenes que vayan apareciendo, y vuelvo a concentrarme con serenidad solo en la respiración.
Me detengo sólo a gozar de la existencia, que es un invalorable regalo.
Así, abandonándome, voy dejando nacer un sentimiento positivo de gratitud y de verdadera paz. Al fin de cuentas, más allá de todo, vale la pena existir. Es mejor que no ser. Éste presente es maravilloso. Gracias, gracias.
Dejo que el Espíritu Santo vaya haciendo crecer poco a poco ese dulce sentimiento de dulce gratitud.
Fuente: Los Cinco Minutos del Espíritu Santo- Victor Manuel Fernández- Editorial Claretiana