23/03/2018 – “¿Venís conmigo? ¿Entrás conmigo a la Pascua?”, comenzó diciendo el Padre Ángel Rossi, en su meditación semanal.
Este Domingo Jesús entra a Jerusalén. Esta ascensión hacia Jerusalén comenzó mucho antes, pero llega aquí a su punto álgido. Es una fiesta ‘agridulce’: por un lado lo reconocen como Rey, pero por otro comienza su soledad.
Jesús entra al momento más crucial de su vida, y como hombre no puede no sentir la resistencia a este camino doloroso. Pero según lo narra el Evangelista “…cuando llegó el tiempo de su partida de este mundo Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén” (Lc 9,51). Otros usan la expresión “endureció el rostro y se encaminó”. “Hay decisiones en la vida de todo hombre, y también en la de Cristo, que hay que darlos así: endureciendo el rostro, tragando saliva, apretando mandíbulas y encarando”, indica el Padre Ángel.
En la Semana Santa, en ese camino que va desde la puerta de la ciudad hasta el Gólgota del Viernes Santo y hasta el sepulcro vacío del Domingo de Resurrección, hay un lugar que el Señor se reserva para mí. Hay un momento dentro de la Pasión que es para mí.
Y el desafío si decido entrar en la Semana Santa con todo el corazón, es encontrarlo:será por las calles de Jerusalén, quizá sentado en la mesa de la Eucaristía, será en el lavatorio de los pies, será sentado junto a Él en el patio, en soledad, será en el Vía Crucis, o quizá al pie de la Cruz junto a María… no lo sabemos. Dios lo sabe y eso basta. El sabe, de acuerdo a lo que estemos viviendo, dónde necesitamos encontrarlo en esta semana Santa.
Hermosamente expresa esta búsqueda –a la que estamos invitados también nosotros- Leopoldo Marechal:
“Por irme tras la huella del Siervo herido, me sorprendió la noche, perdí el camino. Solo corría el Siervo por los eriales. De su costado abierto, manaba sangre. El Siervo, fatigado, buscó las aguas. Espinas de su frente lo coronaban. Por ir de cacería, perdí el camino. Mi pecho estaba sano, y el Siervo herido. Detrás del Siervo herido me halló la tarde. Cerrado luego el día, perdido el Norte, al cazador y al Siervo cazó la noche. El Siervo queda a salvo, mi pecho herido. Por ir de cacería, gané el camino.”
“Por irme tras la huella del Siervo herido, me sorprendió la noche, perdí el camino.
Solo corría el Siervo por los eriales. De su costado abierto, manaba sangre.
El Siervo, fatigado, buscó las aguas. Espinas de su frente lo coronaban.
Por ir de cacería, perdí el camino. Mi pecho estaba sano, y el Siervo herido.
Detrás del Siervo herido me halló la tarde.
Cerrado luego el día, perdido el Norte, al cazador y al Siervo cazó la noche.
El Siervo queda a salvo, mi pecho herido. Por ir de cacería, gané el camino.”
Tenemos que decidir, espiritualmente, si esta semana entramos o no. A veces caemos en la trampa de decir “esta semana no, será la que viene del año que viene…” Y el año que viene volvemos a decir lo mismo. “En algún momento tenemos que pararnos y decir: ESTA Semana Santa, porque la del año que viene no sé si es mía. Este es el tiempo propicio. Este es el tiempo de la Salvación”.
Fuente: Radio Maria Argentina