Mi Dios, mi Señor y mi Todo,
te agradezco porque sé que estás pronto
a escucharme y a darme las gracias
que me hacen falta para continuar
firme en mis luchas por este camino angosto de salvación.
Quiero tener los ojos abiertos para no tropezar,
saber discernir lo que es correcto
y lo que no para mi vida, por eso,
me dejo guiar por tu Palabra,
porque en ella encuentro paciencia y
consuelo para no desesperarme.
Necesito de tu fuerza y de tu amor
para poder realizar las cosas bien.
No quiero fiarme por lógica del mundo,
sino que quiero sentirte, palparte
y encontrarte en cada situación,
que a diario me regalas.
Quiero desprenderme de ese materialismo
mundano que me lleva por los caminos
de mi propia vanagloria, un camino lleno de egoísmo
y soberbia que poco a poco me distancia
de la felicidad que quieres darme.
No permitas que mi apego a los bienes y
la búsqueda de triunfos mundanos
sean las 30 monedas de plata por
las que yo pretenda cambiarte.
Te pido que sanes mi corazón
de esas malas inclinaciones.
No quiero contarme entre los traidores
que han antepuesto sus logros y
éxitos personales antes que servirte y
amarte por sobre todas las cosas.
Líbrame de la aspereza y dureza del corazón.
Que seas Tú mi primera prioridad.
Confío en la certeza de tu Palabra de
que si te elijo como centro de mi vida
todo lo demás se me dará por añadidura.
Toda mi vida te la encomiendo a tu presencia
porque a través de ella quedan
pulverizadas mis inseguridades.
Confío en tu gracia santificante.
Amén
Fuente: Píldoras de fe