Evangelio segun San Mateo 6, 19-23

jueves, 17 de junio de
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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en le cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque dónde está tu tesoro, allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!"

Palabra de Dios





Monseñor Marcelino Palentini | Obispo de la Diócesis de Jujuy

 


En el evangelio de hoy hay una frasecita que sintetiza todo ese mensaje de Jesús: "Allí donde está tu tesoro, estará tu corazón", qué hermoso ¿no?, ¿dónde está nuestro corazón? ¿cuál es nuestro tesoro?. Jesús en este párrafo no solamente condena la avaricia y la tacañería, sino que ayuda a encauzar la vida a la luz de las bienaventuranzas. Desenmascara la maldad de la codicia en su raíz más profunda que es la idolatría, quien está pegado a los bienes materiales es idólatra; el Dios dinero es enemigo irreconciliable de el Dios amor que nos ha regalado todo, la naturaleza y todo lo que nos rodea, para que le demos a Él un cántico de gratitud y como Él aprendamos a compartir amando a todos.

Los tesoros de la tierra son limitados, tienen su fin, muchas veces pasamos la vida detrás de la búsqueda del tesoro que después sabemos que pasan de moda -y no solamente- a veces desgastan nuestra vida. El tesoro de Dios es para la vida eterna, lo que hacemos por amor, en pequeño gran gesto de generosidad, nos enriquece dándonos felicidad.


San Pablo nos enseñaba una frase que a mí me ayuda mucho, la repito muchas veces para mí y se la digo a los demás y a ustedes también: "Hay más felicidad en dar que en recibir", Dios ama al que da con corazón alegre. Damos, damos con alegría, a veces nos angustiamos por tener más, son nuestras ambiciones, a veces tenemos hasta rivalidades y creamos divisiones y nos sentimos frustrados por lo que logramos tener o no tenemos y ahí terminamos en -lo que decimos- las depresiones o en ese estado de ánimo que ¿por qué no alcancé esto o aquello humanamente?. Porque la sociedad de consumo lógicamente nos llena de promesas de felicidad que son efímeras pasan y te dejan con la boca amarga. Yo pienso muchas veces en una expresión muy sencilla y cotidiana: si cuando tenemos sed tomamos agua salada, seguimos teniendo más sed todavía; el agua salada no sacia la sed.

Así son los bienes materiales, son útiles indudablemente, pero no sacian la sed de felicidad. Si no sabemos ubicarlos en su lugar, lógicamente después seguiremos buscando más y más y más y terminamos insatisfechos y hasta nos sentimos frustrados. Si los usamos para amar y para servir entonces encontramos el sentido de nuestra vida. Y Jesús nos da la respuesta: nos libera de estas frustraciones y nos da un corazón lleno de ideales que elevan y comprometen. El que tiene a Jesús en el corazón sabe por qué están las cosas, cómo usarlas y cómo relacionarnos con las cosas materiales en vista de una ayuda o de gestos de amor hacia los demás. Ahí está el secreto de la vida de un cristiano, tener cosas -por supuesto Dios las ha creado y no son malas- pero tenerlas para poder servir y servir cada vez más.


Por eso yo hoy los invito queridos jóvenes a concluir en esta breve reflexión con una pequenísima oración:
Señor, ayúdanos a poner nuestro corazón no en los bienes que perecen sino en ti que eres el bien que llena la vida de felicidad y entusiasmo. ¡Que sean felices, queridos jóvenes! No por las cosas que tienen, sino por ese amor grande que tienen en su corazón, ese gran tesoro que los hace felices ahora y para toda la eternidad.


¡Que pasen un lindo día y que Dios los acompañe siempre!
¡Será hasta la próxima semana si Dios quiere!

 

Oleada Joven