159° años de respuestas generosas

domingo, 15 de julio de

Y así. Así se nos pasó el semestre. Rasguñando el receso de mitad de año, con ansias por un

Empiezo así este texto, porque entre trabajo y estudio vuelvo a sentir que el tiempo puso el pie en

el acelerador y no me di ni cuenta cuando llegamos hasta acá. Pero bueno, lo importante no es eso.

A lo que quiero llegar es a volver la marcha atrás hacia junio y contar lo que para mí significa ese 

Desde niño son muchos los recuerdos que vienen a mi cabeza, donde cada junio

pintábamos el suelo del patio con tiza y carbón, donde cada 29 recibíamos ese delicioso pastel de

aniversario. Y así, miles de cosas que me llevan a ese lugar: mi amado colegio!

Cuando fui creciendo mi sentido de pertenencia fue aumentando, y se fue marcando a fuego en

el corazón, y tiene un solo motivo: Dios. Ese Dios del cual también oía en mi casa, en las aulas

también lo escuché, pero sobretodo lo empecé a vivir, a sentir, a escuchar.

Lo más significativo de todo ese proceso es que ese encuentro con Dios tenía un sello especial.

Ahí en el colegio teníamos un modelo: la Madre Ana María. 

Cuánto amor le fui tomando a esa mujer! Mujer de fe ardiente, de esperanza firme y caridad 

atenta con el prójimo más necesitado.

Cuando fui más consciente de lo que significaba seguir a Jesús y el compromiso que fui 

adquiriendo con la Iglesia, la identificación con el carisma fue creciendo cada día más.

Ya no solo trascendía las salas de clases, sino que una vez que salí del colegio me animé a 

caminar la vida con los zapatos de la caridad, mirando al mundo con los ojos de Ana María,

con su mirada de amor a Dios y misericordia infinita a los hermanos.

Y cuántos hermanos y madres he encontrado en este camino! cuántos laicos y religiosas que 

acompañan este camino sobretodo cuando nos sentimos fatigados. Siempre allí. 

Por eso nos sentimos “familia”. Porque eso hace una familia, sostiene, acompaña y sobretodo

acoge, respeta y ama profundamente. Así me he sentido yo. Profundamente amado por Dios.

Porque hacer la opción por este carisma es saber que Ana María me ha trazado el camino que me

lleva a Jesús, a reconocerle siempre en los más frágiles y necesitados. Y darme cuenta también

que esos frágiles no sólo están en los hospitales y campos de batalla como ella lo vivió, sino

más de cerca de lo que yo mismo creía, en mi entorno, con mis amigos, hasta en mi propia familia!

Mirar a la Madre y contemplar su vida, es hacer tangible la caridad, es saber que ella supo dar

respuesta generosa a muchas de las necesidades de su época, e incluso adelantarse a su tiempo y 

luchar por la injusticia y la falta de caridad. 

Mirar a la familia janeriana hoy, es ver un gran cuerpo espiritual, conformado por distintas 

personas, mujeres y hombres, que desde nuestra vocación específica intentamos vivir esa 

caridad que se hacer servicio, esa caridad que intenta hacer este mundo más fraterno y más 

Hoy escribo estas líneas en acción de gracias. Gratitud por la apertura de Ana María al proyecto 

de Dios, por salir siempre de sí misma para velar por el bienestar del prójimo, por responder 

siempre “por razones de caridad y no de interés”, y por las respuestas que se siguen gestando 

en el tiempo desde su carisma. Por la generosidad de tantas y tantos que nos han precedido y

por estos 159° años de vida y de respuestas generosas!

 

 Javier Navarrete Aspée

 

 

Javier Andrés Navarrete Aspée