En tu silencio acogedornos ofreces ser tu palabratraducida en miles de lenguas,adaptada a toda situación.Quieres expresarte en nuestros labios,en el susurro al enfermo terminal,en el grito que sacude la injusticia,en la sílaba que alfabetiza a un niño.
En tu respeto a nuestra historia,nos ofreces ser tus manospara producir el arroz,lavar la ropa familiar,salvar la vida con una cirugía,llegar en la caricia de los dedosque alivia la fiebre sobre la frenteo enciende el amor en la mejilla.
En tu aparente parálisis,nos envías a recorrer caminos.somos tus pies y te acercamosa las vidas más marginadas,pisadas suaves para no despertara los niños que duermen su inocencia,pisadas fuertes para bajar a la minao llevar con prisa una carta perfumada.
Nos pides ser tus oídos,para que tu escucha tenga rostro,atención y sentimiento,para que no se diluyan en el aire las quejas contra tu ausencia, las confesiones del pasado que remuerde,la duda que paraliza la vida,y el amor que comparte su alegría.
Gracias, Señor, porque nos necesitas.¿Cómo anunciarías tu propuestasin alguien que te escuche en el silencio?¿Cómo mirarías con ternura,sin un corazón que sienta tu mirada?¿Cómo combatirías la corrupciónsin un profeta que se arriesgue?
(Benjamín González Buelta, sj)